Oriol Antolí (Terrassa, 1983) se ha convertido en uno de los nombres propios del ultrafondo mundial. Ingeniero electrónico de profesión y padre de familia, ha situado a España en el mapa de la Backyard Ultra, una disciplina donde no hay meta ni distancia fija: solo la resistencia mental de quien aguanta más horas en pie. El pasado 23 de octubre, en Tennessee, el catalán completó 103 vueltas —690 kilómetros en 87 horas y 38 minutos—, firmando el récord de España, su mejor marca personal y un séptimo puesto mundial en la prueba más exigente del planeta.
Antolí, embajador de la marca Mount to Coast, no entrena en el desierto ni vive del deporte: madruga a las cuatro de la mañana para correr antes de entrar a trabajar en HP y reserva el fin de semana para sus hijos. En esta entrevista exclusiva con Sport, el catalán repasa su trayectoria, la logística que esconde una Backyard, la gestión del sueño, la alimentación extrema y el futuro de un formato que empieza a despegar en España.
Pregunta: Para quien no conozca la modalidad, ¿qué es una Backyard Ultra y qué representa la Big’s Backyard?
Respuesta: Es una carrera que se disputa en un circuito de 6,7 kilómetros. Cada hora se da la salida y los corredores deben completar el circuito antes de que empiece la siguiente. Quien no se presenta, queda eliminado. Esa es la mecánica. Y, por otra parte, la Big’s Backyard Ultra es la carrera donde se inventó esta modalidad, en el patio de Lazarus Lake, su peculiar organizador. Cada dos años reúne a los mejores corredores del mundo para decidir el campeón. Es como el Mundial de la Backyard Ultra.
En esta final teníais dos circuitos, uno diurno y otro nocturno.
Sí. No es algo exclusivo, hay Backyards que también lo hacen, pero esta lo mantiene. El circuito diurno tiene bastante desnivel, unos 160-170 metros positivos, algo que normalmente no ocurre porque se suelen hacer más llanos para que la gente dé más vueltas. Al ser la final del Mundial, da igual, porque es la competición entre los mejores del mundo.
¿Y cómo funciona un Mundial así?
Llegas a Tennessee, a la finca de Lazarus Lake. Te asignan una carpa vacía con tres paredes. A partir de ahí, todo lo que necesites lo tienes que poner tú. Depende de lo que lleves: algunas cosas las puedes comprar allí, otras te las llevas. Por ejemplo, la silla es difícil de transportar y la acabas comprando allí. Hay quien compra comida en Estados Unidos, pero yo me la llevé desde aquí.
Se ha hablado de que llegaste a consumir 33.000 calorías y 33 litros de agua en cuatro días. Una barbaridad…
Sí, Xavi, mi nutricionista, hizo los cálculos y la verdad que son números que impresionan…
¿Qué papel tuvo él como asistente? ¿Cuál es su función principal?
Su función era maximizar mi tiempo de dormir. Cuando llegaba, tuviera tres o 20 minutos para descansar, me despertaba, me daba la comida que tocara y me levantaba para ir a la salida. No hay truco para el sueño. Tengo suerte: me duermo bastante rápido.
Oriol Antolí hugging his assistant Xavi after achieving his PB / Jacob Zocherman
¿Qué pasó en esas últimas vueltas?
Empecé la 103, pero la 104 ya no la comencé. Me sentía bien, quizá físicamente podía seguir, pero mentalmente estaba satisfecho. El objetivo ya estaba cumplido.
¿Qué opinas de Phil Gore, el plusmarquista mundial?
Es un tipo que no ve límites. Tiene mucha velocidad, ha hecho 24 horas corriendo y más de 280 kilómetros. Es un corredor con un motor impresionante.
Tú empezaste en el baloncesto y luego diste el salto al ultrafondo. ¿En qué momento descubres que las Backyard podían ser tu disciplina?
Fue curioso. Quise apuntarme a una carrera llamada Andomita, de 430 kilómetros, entre Andorra y Hospitalet de l’Infant. Para poder participar había que haber corrido dos de sus pruebas ese año, una de ellas era tipo Backyard. Me apunté pensando que no me gustaría… y la sorpresa fue que el ambiente me encantó, el reto que suponía también, y además se me dio bien porque gané aquella primera. Creo que fue la primera que se hizo en Cataluña, aunque no se le podía llamar oficialmente Backyard porque no eran 6,7 km. Desde entonces me enganché.
Eso fue en 2021. Luego, en enero o febrero de 2022, se organizó la primera Backyard Ultra oficial en Cataluña, en la Serra d’Almos. Ya fui sabiendo lo que era. Mi objetivo era clasificarme para el Campeonato de España, y lo conseguí.
Trabajas como ingeniero electrónico en HP. ¿Cómo compaginas ese trabajo con entrenamientos y familia?
Es un rompecabezas. Me levanto muy pronto, dependiendo del entrenamiento: a las cuatro, a las cinco o a las seis. Entreno y luego voy a trabajar. Por la tarde intento estar con mis hijos. El fin de semana aprovecho para las tiradas largas, también madrugando para volver pronto y estar con ellos. Las más largas, de tres, cuatro o cinco horas, las dejo para el fin de semana.

Oriol Antolí sleeping at one of the stops during the Big’s / Jacob Zocherman
¿Cómo ves el estado de las Backyard en España?
Está creciendo bastante. Somos uno de los lugares donde más Backyard hay, pero faltan corredores capaces de llegar a 70 u 80 vueltas para suber el nivel. Falta confianza y ganas para que salga. Y que las Backyard se monten de forma más seria.
¿Qué le dirías a alguien que quiere probar una por primera vez?
Que empiece sin miedo. Es super fácil. Que haga una o dos vueltas y vea cómo se siente. Es una disciplina muy buena. Cada persona tiene su estrategia y no hay una mejor que otra. Es una experiencia muy social, ideal para conocer el formato y disfrutar.
¿Y en cuanto a apoyo y visibilidad?
Faltan patrocinadores, instituciones, apoyo. Se basan mucho en los seguidores en redes sociales. No tenemos ayudas. Tenemos que pagar el viaje, el viaje del asistente, el alojamiento, todo. Es difícil poder hacerlo cada dos años, porque además hay que llevar al asistente y todo el material.
¿Qué planes tienes para 2026?
Tengo algunas ideas. Me gustaría probar Legends Backyard Ultra en Bélgica, donde se baten muchos récords año tras año. Descarto del todo correr fuera de Europa.
Para terminar, ¿cómo definirías a Lazarus Lake, el creador del formato?
Es el alma de todo esto. Es quien decide cómo se hace y cuándo se hace. Tiene un punto peculiar, pero también cariñoso. Es un personaje total.
