Arrancó pegado a la línea de cal, pidiéndola, acercándose a Miguel Loureiro y aprovechando el puente que Hidalgo rescató desde la pizarra, con Quagliata estirando y alejando su marca. La primera jugada sirvió para colarse entre tres rivales y forzar una falta. Poco después, la primera amarilla. Era Yeremay en estado punto, calibrando y tomando la temperatura del Ibercaja, a quien desesperó con sus continuos regates; a quien silenció participando en dos goles para el recuerdo. Mario hizo el primero; pero una carrera de 70 metros y un taconazo imposible le quitarán espacio en los highlights. El canario es diferencial. Diferente. Especial. Un disfrute para todo el mundo del fútbol. Excepto para los zaragocistas que sufrieron una exhibición más del 10.
Hidalgo apostó, de nuevo, por una estructura variante, inicialmente un 4-2-3-1, que pronto, ante los ajustes maños, se convirtió en un 3-5-2 en el que Yeremay, con el paso de los minutos, ganó libertad, abandonó la banda, y percutió por todo el campo.
El Dépor tuvo momentos de zozobra y lo pasó mal ante un Zaragoza que se fue mejor al descanso y arrancó con mayor ímpetu. Lo desbloqueó Mario Soriano con un gol por la escuadra. Lo finiquitó Mella. Los focos, sin embargo, se los llevó el canario. Mágico. Desesperó a la grada y, sobre todo, a sus rivales, que empezaron y terminaron cortando con dureza sus acciones. Perseguir sombras cuesta y el 10 sacó de quicio a muchos rivales con sus amagos y giros.
El Dépor vuelve a la senda del triunfo a base de talento y mucho trabajo. No lo puso fácil el Zaragoza pese al final de partido. Una victoria para respirar y construir en torno a una merecida alegría.
