Los Estados Unidos del segundo mandato de Donald Trump no son unos Estados Unidos cualquiera, ni siquiera normales. Y, por tanto, estaría bien que pensásemos que la apoteósica victoria de Los Ángeles Dodgers en la Serie Mundial de béisbol, por segundo año consecutivo, algo que no se lograba en el nuevo siglo, es algo realmente impactante por diversas razones, muchas de las cuales afectan, directamente, al presidente de EEUU y, por descontado, a su personalidad y forma de gobernar el país.
Trump vería con buenos ojos que Canadá, equipo al que pertenecen los derrotados Blue Jays, de Toronto, se convirtiese en la 51 estrella, estado, de la bandera de Estados Unidos. Y, no solo eso, Trump ha tenido que soportar que el equipo de la ciudad que más le detesta y a la que él más detesta, Los Ángeles Dodgers se proclamase campeón, de nuevo, a lo grande ganando 3-4 la Serie Mundial a siete encuentros.
Y no solo eso, no, la conquista de los californianos se ha producido con una plantilla de 26 jugadores, es decir, de 26 ‘peloteros’, en la que hay hasta nueve inmigrantes, el 90% de ellos decisivos en la victoria de la ciudad que más ha sufrido y sufre la invasión del ICE (Servicio de Control de Inmigración y Aduanas) y la presencia masiva de la Guardia Nacional.
La gorra que Yoshinobu Yamamoto, de 27 años y con un contrato de 325 millones de dólares por los próximos 12 años, se encuentra ya en el Salón de la Fama del béisbol, en Cooperstown, Nueva York, donde muchos creen que deberían estar también los calzoncillos de su interprete, auténtico talismán de la final.
La nómina de extraordinarios inmigrantes, auténticas estrellas del deporte rey de USA y ganadores de tres títulos en seis años, empieza por tres lanzadores prodigiosos llegados desde Japón (Shohei Ohtani, Yoshinobu Yamamoto y Roki Sasaki) y sigue con un segunda base coreano Hyeseong Kim, el relevista venezolano Edgardo Luis Henriquez y su compatriota Miguel Rojas, terminando por el polivalente puertorriqueño Enrique “Kike” Hernández y dos tremendos ‘fielders’ o ‘jardineros’ como son el dominicano Teoscar Hernández y el cubano Andy Pages, según recuerda Clemson Smith Muñiz, desde Nueva York.
Y, sí, pese a la persecución de que son objetos los inmigrantes por parte de Donald Trump, la Serie Mundial, el ‘clásico de otoño’, las ganaron estrellas llegadas de otros países para ganarse la vida en EEUU. Por ejemplo, el venezolano Miguel Rojas, que con un ‘home rune’ o ‘cuadrangular’ logró que los Dodgers empataran a 4 el partido decisivo en la novena entrada y, cómo no, con una actuación impresionante, único, puede decirse que irrepetible sobre el montículo de Yoshinobu Yamamoto.
Según el reportaje de Tom Verducci en la revista ‘Sports Illustrated’, Yamamoto, de 27 años, no celebró su victoria en el sexto partido, el triunfo que les permitió provocar el séptimo y definitivo encuentro en el Rogers Centre, de Toronto. El lanzador japonés, una vez ganado el partido, se fue directamente a la habitación de los fisioterapeutas para recibir masajes y preparar su cuerpo para el día siguiente.
Todo por el equipo
Cuando llegó el sábado al estadio canadiense, Yamamoto realizó su rutina de lanzamientos largos en el ‘jardín’ derecho para ver como respondía el brazo. Cuando terminó ese test, le dijo al entrenador de ‘pitchers’ Mark Prior: “No sé cuánto tengo y cuánto puedo ayudar, pero te puedo dar algo, sí”. Prior añadió poco después: “Tras un esfuerzo majestuoso como el que hizo Yoshinobu para que ganásemos el sexto partido, la mayoría de lanzadores no pueden levantar su brazo el día siguiente”.
Para que se hagan una idea de lo que significó las actuaciones de este inmigrante japonés en los tres encuentros que gano, lanzado como visitante desde el montículo de Toronto, en las 17 ⅔ de entradas que Yoshinobu ‘pitcheó’, los Dodgers ganaron con un parcial de 9-2; en el resto de la serie, los Blue Jays vencieron con un espectacular parcial de 32-17.
“Yamamoto es el mejor lanzador del mundo, por mucho”, afirma su compatriota Shohei Ohtani, el mejor beisbolista del momento, tras coronarse, de nuevo, con los Dodgers. “Ahora lo puedo decir, sentí la mayor alegría de mi vida”, reconoció Yamamoto al coronarse rey de la Serie Mundial.
Y hay que tener en cuenta que Yamamoto físicamente no es un gigante, un portento. Mide 1,73 metros. De hecho, fue el abridor más bajo en lanzar un partido completo en las Series Mundiales en 62 años, desde que Billy Pierce, de los San Francisco Giants, lo hizo en 1963. Y, sí, cuando el mundo del ‘baseball’ esperaba, pronosticaba, que esta sería la final del también japonés Shohei Ohtani, un portento en el montículo y arrollador en el cajón de bateo, fue Yamamoto quien se convirtió en el mejor jugador de la temporada y de la finalísima.
“No hay duda, Yamamoto es el mejor lanzador del mundo, por mucho”, señaló el propio Ohtani al coronarse, de nuevo, con los Dodgers. “Ahora lo puedo decir, sentí la mayor alegría de mi vida, algo que nunca antes sentí”, dijo Yamamoto, después de que la defensa de su equipo protagonizara la doble eliminación que decidió el título, tras el batazo del mexicano Alejandro Kirk, de los Blue Jays, sobre la posición de Mookie Betts, ‘short stop’ o entrebases de los Dodgers.
La gorra que Yoshinobu Yamamoto en la finalísima del pasado sábado en Toronto se encuentra ya en el Salón de la Fama del béisbol de EEUU, en Cooperstown, Nueva York. Allí es donde, tal vez, muchos creen que deberían estar, también, los calzoncillos que otro japonés, Yoshihiro Sonoda, el traductor que no se separa nunca de Yamamoto, Ohtani y Sasaki, lució durante los dos últimos juegos, viernes y sábado. “No pude lavarlos, pero eso tiene ahora poca importancia”, señaló el interprete, cuyos calzoncillos tienen estampados un montón de conejitos.
Yamamoto ya fue una auténtica estrella en Japón, aunque sus comienzos fueron poco afortunados. Ganador en tres ocasiones del premio Sawamura, el equivalente al premio Cy Young en EEUU, como el mejor lanzador de la temporada, Yoshinobu llegó a Los Ángeles, en la primavera de 2024, acompañado de su gurú personal, el también japonés Osamu Yada, conocido como ‘Yada Sensei’ y dos bolsas, una con varias pelotas de fútbol y otra, con un puñado de jabalinas, pues las rutinas de Yamamoto no son muy ortodoxas.
Yamamoto, de 1,73 metros y 79 kilos de peso, nació en Bizen (Okayama), una ciudad más famosa por su cerámica que por el béisbol. Yoshinobu no habla mucho de su familia, aunque se sabe que fue su abuela materna quien tuvo un papel importante en su crianza y desarrollo.
Nacido en la población de Bizen (Okayama, Japón), una pequeña ciudad más famosa por su cerámica que por la pelota, Yamamoto no habla demasiado de su familia, aunque se sabe que siempre lo apoyaron y que su abuela tuvo un papel importante en su crianza y desarrollo, instalando en él, desde muy pequeño, las tradicionales características japonesas como son la disciplina y la perseverancia.
Suculentos contratos
Nunca has sido muy grande. Su peso actual es apenas 79 kilos. Tampoco fue bueno al inicio de su carrera. Ignoró las críticas de “mediocre” y se dedicó a pulir las distintas destrezas necesarias para un lanzador. Fue en la secundaria Shinko Gakuen donde comenzó a florecer, ganando velocidad en la recta y control de sus lanzamientos.
Yamamoto no tiene esposa ni niños. Aparte de su dedicación absoluta al béisbol, a la nueva gran estrella de Los Ángeles Dodgers le encanta la moda, la cocina japonesa y está aprendiendo de la gastronomía estadounidense. Yoshinobu no aparece en las redes sociales, lo que encaja perfectamente con su perfil discreto y modesto.
El contrato de Yamamoto con los Dodgers es de 325 millones de dólares por los próximos 12 años, mientras que el de Ohtani, de 31 años, es de 700 millones de dólares por 12 temporadas y el del joven Sasaki, de 23 años y aún con contrato júnior o novato es de 6.5 millones de dólares por temporada.
