El Sporting ha pasado el primer tercio de temporada dejando una sensación tan familiar como incómoda para cualquier sportinguista: el equipo compite, el equipo suma… pero da la impresión de que va un poquito por encima de lo que realmente produce. La clasificación dice una cosa; los datos, otra bastante menos amable.
Si uno apaga el ruido del marcador y mira con calma las métricas avanzadas, el retrato cambia. La lupa del xG (goles esperados) y del xGA (goles esperados en contra) no entiende de épica, ni de rebotes, ni de un rechace que cae donde tiene que caer. Mide algo más frío: la calidad de las ocasiones que genera y concede cada equipo. Y ahí aparece un Sporting con la puntería afinada, sí, pero también demasiado permisivo atrás.
En una Segunda tan apretada como la actual, los equipos que viven mucho tiempo de la eficacia puntual y de las paradas del portero suelen acabar retratados cuando llega la hora de la verdad.
Un diferencial que avisa
Los números del primer tramo de Liga hablan claros.
El Sporting acumula unos 16,9 goles esperados a favor y 21,7 en contra, lo que deja un diferencial de –4,8 goles, el cuarto peor del campeonato. Traducido al idioma de la calle: por la calidad de ocasiones propias y ajenas, el equipo debería ir bastante peor en el saldo general.
Sin embargo, el marcador cuenta otra historia. La diferencia real de goles es –1, lejos de ese –4,8 que pintan los modelos. Ha marcado 19 tantos cuando las métricas apuntan a unos 17, y ha encajado 20 cuando se habrían esperado alrededor de 22.
En resumen: marca más de lo que debería y encaja menos de lo que debería. El Sporting rinde por encima de lo previsto en las dos áreas. Eso explica que se mantenga enganchado a la parte alta… pero también enciende la luz de aviso: los cimientos estadísticos son flojos.
En promedio, el equipo genera 1,2 xG por partido y concede 1,58 xGA, lo que lo deja por debajo de la media ofensiva del campeonato y entre las defensas más vulnerables según este indicador. Solo el Mirandés, con 1,68 xGA por encuentro, presenta un registro peor.
Un ataque que vive del acierto
La pregunta es evidente: ¿marca el Sporting lo que genera? No. Marca más.
En ataque, el cuadro gijonés se mueve en una zona media-baja de la Liga en producción. Esos 1,2 goles esperados por partido están por debajo de los equipos que, sobre el papel, van a pelear el ascenso: Almería (1,79), Valladolid (1,69) o Racing (1,61) de Santander.
Y, aun así, el Sporting ha transformado 19 goles en 14 jornadas, es decir, unos 1,36 por partido. Ha generado ocasiones para unos 17 tantos y ha convertido dos más de los previstos.
Esa sobreefectividad no es un detalle simpático para la estadística, es un colchón real. Ha permitido sacar puntos en partidos cerrados, de esos en los que la diferencia entre tres, uno o ninguno está en una única llegada. Varios jugadores superan su xG individual, señal de que están definiendo por encima de lo normal.
El problema es el de siempre: esto no suele durar toda una temporada. A nivel colectivo, la producción ofensiva sigue siendo corta para un aspirante. Equipos como Valladolid, Almería o el propio Racing se mueven en horquillas de 1,5–1,7 xG por encuentro, es decir, generan más y mejor que el Sporting de forma constante.
En el ranking de xG a favor, el conjunto rojiblanco se mueve por el 13.º puesto de 22. El dato es sencillo de interpretar: ningún candidato serio al playoff puede vivir eternamente con un volumen ofensivo tan discreto.
Además, las victorias suelen llegar con marcadores ajustados, casi siempre por la mínima. No hay goleadas en cadena ni partidos en los que el rival salga del campo ahogado por una avalancha de ocasiones. Hay eficacia, no abundancia.
El dato que lo resume es contundente: el Sporting ha firmado en torno al 115% de los goles que debería según su xG acumulado. Es una bendición mientras le dura, pero pensar que esa puntería se va a sostener nueve meses seguidos es ser demasiado optimista.
Una defensa sobre el alambre
Si en ataque el equipo vive de la puntería, en defensa sobrevive en el alambre.
Las métricas avanzadas son claras: el Sporting concede unos 1,62 xGA por partido, una de las peores cifras de la categoría. Cada jornada, el rival dispone de ocasiones que, estadísticamente, se acercan a un gol y medio en contra.
El marcador, otra vez, es algo más amable: 20 goles encajados, unos 1,43 por encuentro, por debajo de lo previsto. ¿Por qué? Porque ahí entran en juego factores que cualquier sportinguista tiene ya en la cabeza: paradas clave de Yáñez, fallos de definición del rival y cierta dosis de fortuna en momentos calientes.
Solo el Mirandés, con esos 1,58 xGA, está peor en este apartado. Al otro lado están Las Palmas (en torno a 1,0 xGA) o Leganés (alrededor de 1,14), ejemplos de equipos que sí consiguen minimizar de verdad el sufrimiento en su área.
En porcentaje, el Sporting ha encajado solo el 88% de los goles que, según las métricas, debería haber recibido. Ese 12% favorable no es un tesoro asegurado: es una ventaja frágil. Si Yáñez baja del sobresaliente al notable, o si los delanteros rivales dejan de perdonar, lo lógico es que el número de goles en contra suba.
El diagnóstico es bastante directo: el equipo concede demasiado y concede demasiado bueno. Reducir cantidad y, sobre todo, calidad de esas ocasiones rivales tiene que ser una prioridad si el Sporting quiere mantenerse arriba. Hablamos de presionar mejor, de ser más agresivo sin balón y de ajustar la sincronización defensiva para acercar ese xGA a una franja mucho más sana, entre 1,2 y 1,3 por partido. Si eso no se corrige, el equilibrio actual se puede romper en cualquier momento.
Eficacia sí; estructura, no tanto
Visto en conjunto, el cuadro es bastante claro: el Sporting vive de la eficacia, no de la estructura.
- Genera poco, pero marca más de lo que genera.
- Concede mucho, pero encaja menos de lo que concede.
Por un lado, esto habla bien de la plantilla: el equipo compite, aprovecha sus opciones, sabe estar en los partidos y no se cae con facilidad. Por otro, deja una conclusión incómoda: la base estadística no está a la altura de la ambición clasificatoria.
Un aspirante serio al ascenso necesita, como norma, un diferencial de xG positivo o, al menos, equilibrado. El Sporting, en cambio, se mueve en ese –4,8 que lo coloca entre los peores del torneo en este terreno. Sus puntos son mejores que lo que dice su producción en áreas. De ahí esa sensación tan recurrente en los partidos: el Sporting compite siempre, pero manda pocas veces.
La cuerda floja del primer tercio
El balance, simplificado, es este: el Sporting camina por la cuerda floja. Es capaz de ganar, de mantenerse cerca del playoff, de mirar hacia arriba… pero lo hace sobre una base frágil. No muestra una superioridad sostenida ni en ataque ni en defensa. Vive del acierto propio y del error ajeno.
Ahora mismo, la clasificación cuenta la versión amable: 9.º con 20 puntos, a una sola victoria de la zona de promoción. Visto desde fuera, el escenario es razonable. Visto con las gafas del xG, la lectura cambia: el Sporting está sacando más rendimiento del que sus ocasiones justifican.
No significa que esté condenado a caer. Significa que no tiene margen para relajarse. Si la eficacia en las áreas se normaliza y el volumen de ocasiones a favor y en contra sigue igual, el marcador acabará reflejando lo que ya señalan los números.
Dicho sin adornos: si el Sporting no mejora su juego, el marcador terminará pareciéndose a la estadística.
Lo que le pide la estadística al Sporting
Las métricas no dan puntos, pero sí marcan el camino:
- Subir el volumen ofensivo.
- No basta con seguir viviendo de la puntería. El equipo necesita acercarse a esos 1,5 xG por partido que manejan sus rivales directos. No se trata de golear cada semana, sino de tener más y mejores ocasiones.
- Reforzar la solidez atrás.
- Un dato de 1,62 xGA no es compatible con una temporada tranquila arriba. Hay que lograr que el rival remate menos y en peores condiciones.
- Reducir la dependencia de Yáñez.
- El portero está sosteniendo más de lo que sería razonable. Cuanto menos tenga que aparecer, mejor irá el Sporting.
- Evitar apagones.
- Los partidos en los que el xGA se dispara señalan fases en las que el equipo se parte, llega tarde a los duelos o pierde el control del ritmo. Ahí se van puntos y confianza.
Un aviso, no una sentencia
Todo este análisis no dibuja un Sporting desastroso ni un equipo sin identidad. Al contrario: es un bloque competitivo, intenso, valiente por momentos, que ha sumado victorias importantes y se ha ganado el derecho a mirar hacia arriba.
Pero, si se quita el escudo de delante de los ojos, las cifras dicen otra cosa: no está jugando como un aspirante sólido al ascenso. Sus números de xG y xGA son de equipo de mitad de tabla —incluso algo más abajo— y sus puntos, hoy, están por encima de ese nivel.
La lectura no tiene que ser derrotista, sino exigente: hay margen real de mejora. Las distancias son cortas, el objetivo está a tiro y la temporada sigue abierta. El Sporting se ha ganado la opción de soñar. Falta por ver si decide sostener ese sueño sujeto a la eficacia puntual… o reforzando el juego para que la clasificación deje de ser una excepción y pase a ser un reflejo fiel de lo que se ve sobre el césped.
