El Carlos Tartiere vivió ayer una jornada especial con motivo del duelo de la tercera ronda de la Copa de la Reina entre el Real Oviedo Femenino y el Sevilla, un rival de Primera División que midió la ilusión carbayona en un escenario de lujo. En el palco estuvieron las fuerzas vivas del club: Martín Pelaéz (presidente), Luis Carrión (técnico del primer equipo), Roberto Suárez (director deportivo) y Agustín Lleida (director general), además de varios jugadores del Vetusta, que no quisieron perderse la cita. También estuvo Montse Tomé, exseleccionadora española. Tres nombres vinculados al fútbol femenino asturiano protagonizaron el saque de honor: Merce González Laviada, exjugadora del Club México y del Tradehi; Gévora Durán, histórica del Oviedo Moderno; y Carlota Jovellanos, canterana del actual Real Oviedo Femenino.
El ambiente en el estadio era de auténtico partido. Llara Díaz, jugadora del filial azul, acudía a animar al primer equipo y reconocía que “va a ser un partido difícil, es un rival de Primera División”. Su compañera Candela Velázquez añadía con humor que el clima podía jugar a favor de las ovetenses: “En Sevilla no están acostumbradas al fresco”.
Entre los aficionados, también se encontraba Lucía de Santamaría, madre de Laurina, que vivía la jornada con calma: “Es un partido para disfrutar del fútbol y que sea lo que tenga que ser. Son categorías distintas y, por el momento, el Sevilla es más profesional”. Entre risas, añadía que no le hacía falta dar consejos a su hija: “No creo que me los admita tampoco”.
Del lado visitante, aunque con el corazón asturiano, estaban Encarnita Díaz y Manuela García, las abuelas de María Cheza, jugadora del Principado formada en el Oviedo Moderno y ahora portera del Sevilla, donde juega la también asturiana Iris Arnaiz. “Nosotras somos del equipo que ella sea”, decían orgullosas, aunque una de ellas confesaba entre risas: “Además, yo soy del Sporting”. Ambas celebraban emocionadas la noticia de que su nieta sería titular: “La echamos de menos, pero estamos muy orgullosas de lo que está consiguiendo”.
Algunos aficionados llegaban con la costumbre de acceder al Tartiere por sus habituales puertas y preguntaban, algo despistados, “¿por dónde se entra hoy?”. La respuesta era clara: por las 13 y 14, las destinadas a llenar el anillo azul de la grada Este, que presentó un gran ambiente con 2.750 aficionados. “Vengo porque las chicas son igual de importantes que ellos”, aseguraba Antonio González, mientras el Tartiere rugía casi tan algo como en las grandes tardes del primer equipo.
El sueño azul pareció cobrar forma cuando el Oviedo marcó en el minuto 69, un gol que significaba el 1-2, que daba esperanzas y que encendió la ilusión de dar un paso más en la Copa de la Reina. La grada se volcó, creyendo que todavía se podía. Y cuando en el 91 llegó el empate, el estadio explotó en un grito unánime de orgullo. Sin embargo, el desenlace fue cruel: el Sevilla marcó el 2-3 cuando se agotaba el tiempo de descuento, apagando de golpe la euforia carbayona y dejando una mezcla de tristeza y orgullo en una noche que el Tartiere no olvidará.
Via: The New Spain
