El aire huele a hierba húmeda y leña en Prats del Lluçanès. A pocos metros del pequeño núcleo del pueblo, entre colinas suaves y campos que a finales de otoño empiezan a tostarse ligeramente, se alza la granja Soler de n’Hug, cuyas primeras escrituras están fechadas en 1186. Desde hace más de un siglo pertenece a la familia Peraire Soler. Un camino de arena convertido en barro por una lluvia suave y persistente precede a unas instalaciones en las que, lejos del ruido de los estadios, la tradición gastronómica catalana, el Barça y Alemania han quedado unidos por una de esas historias insólitas y, en este caso, deliciosas con Hansi Flick de protagonista involuntario: la Hansifarra.
The Soler farm of n’Hug, in Meadows of the Lluçanès / VALENTÍ ENRICH
Todo empezó a finales de mayo con una broma futbolera en el programa ‘Aquí Catalunya’ de la Cadena Ser, donde la cocinera Maria Nicolau, feliz por la temporada completada por el Barça, quiso realizar un homenaje a Hansi Flick, el principal culpable del triplete blaugrana. Las palabras de Nicolau acabaron en una caldera y, al cabo de varias semanas, nacieron las primeras ‘Hansifarras‘. Cuando el entrenador dedicó al cielo del Estadi Olímpic Lluís Companys unos cortes de manga (coloquialmente conocidos como ‘botifarres’ en catalán) tras marcar Araujo el 2-1 ante el Girona y minutos después de haber sido expulsado, el Soler de n’Hug sonrió.

The pigs used to produce Hansifarra grow in Soler de n’Hug / VALENTÍ ENRICH
En el Soler de n’Hug llevaban tiempo produciendo, de pricipio a fin, Hansifarras. “Fue muy rápido, en quince días ya estábamos haciendo pruebas”, recuerda Pep Peraire, el tercer hijo de la familia. “La Maria conoce a mi hermano Abel, compartimos la idea de hacer pedagogía de lo que es la pequeña payesía. No teníamos ni idea de cómo se hace un frankfurt, así que buscamos especies exóticas: comino, nuez moscada, canela, pimienta roja… Todo sobre la base de nuestra butifarra tradicional. En diez días teníamos la Hansifarra”.
El cerdo nace y crece en el mismo terreno, el matadero a pocos kilómetros, las manos que lo descarnan y seleccionan las piezas, el fuego de la caldera donde se cuece el embutido. “Lo hacemos todo nosotros”, explica Abel Peraire, otro de los hermanos, encargado de la explotación. “Desde la cría de las treinta madres hasta la venta final. Es un círculo cerrado, autosuficiente”. También en lo que respecta al Barça: “Nuestros cerdos son culers, ‘si és del néixer, ja no es deixa’ (lo que se es al nacer, ya no se deja)”, bromea.

Abel Peraire, farmer and co-owner of Soler de n’Hug / VALENTÍ ENRICH
La Hansifarra (con “h” inicial y sonrisa implícita) es una especie de puente gastronómico entre Catalunya y Alemania. Se puede comer en frío, como un embutido, o a la brasa, como una butifarra clásica. Tiene el alma del perol catalán y el recuerdo del frankfurt germánico. “Queríamos que fuera versátil”, dice Pep. “Y que tuviera ese punto divertido: la base es de casa, de La Masia, pero las especies son como jugadores extranjeros: Lewandowski o Koundé, que se integran en el equipo local”.
En la pequeña tienda del Soler de n’Hug, en Prats del Lluçanès, El Taulell del Soler, Maria Rosa Soler atiende a clientes curiosos que preguntan por la famosa Hansifarra: “Va bien, funciona, tiene éxito”, asegura entre risas. “Quienes la compran no dicen si son del Barça o no, pero quienes sí lo son se la llevan con una sonrisa. Y desde que Hansi Flick hizo la butifarra, se ha animado mucho la cosa“.

Flick celebrating Barça’s victory with a sleeve cut / DAZN
Los Peraire no hacen venta online. Quien quiera probarla tiene que pasar por el pueblo. “Eso también forma parte del espíritu del proyecto”, apunta Pep. “Nos gusta el consumo de proximidad, que la gente venga, vea la granja, entienda lo que hay detrás. Nos han propuesto vender en Alemania o patentarla, pero no va con nosotros. Cada territorio tiene sus productos. En Soria ya tienen su embutido; aquí, el nuestro”.
El proyecto ha traspasado fronteras y Pep explica que “hoy mismo nos ha llegado que hemos vuelto a salir en Alemania, es la tercer vez ya, pero no sabemos si Flick lo sabe, casi seguro que sí. Ojalá algún día venga a probarla, sería divertido“. Será difícil que ocurra porque Hansi no se siente orgulloso de su gesto y, pese a que la Hansifarra nació meses antes de que ejecutara su corte de mangas, no le apetece recordarlo.

Toni Peraire and Maria Rosa Soler, at the Taulell del Soler de n’Hug, in Prats del Lluçanès / VALENTÍ ENRICH
El sol empieza a dejarse caer sobre el altiplano del Lluçanès con un guiño que anuncia un ‘hasta mañana’. Los cerdos siguen gruñiendo, pendientes algún día de convertirse en el homenaje que el Soler de n’Hug seguirá realizando con cada una de sus piezas de artesanía gastronómicas. La Hansifarra no es solo un embutido: es un manifiesto en clave de humor y territorio de proximidad, la prueba de cómo el fútbol, la cocina y la tierra pueden encontrarse en un mismo plato. En el fondo, lo que une a un entrenador alemán y a una familia de payeses catalanes no es la butifarra en sí, sino una manera de entender la vida: con raíces, trabajo y cercanía.
