Hubo una época, a mediados de la década de los 2000, en la que cada partido entre el CB Gran Canaria y el Joventut de Badalona se convertía en una guerra baloncestística con aroma a clásico. Los cruces entre ambos equipos en los Playoffs por el título en las temporadas 2005-06 y 2006-07 transformaron lo que era un encuentro más en uno especial, sobre todo aquellos que se celebraron en el Centro Insular de Deportes.
En aquellos cara a cara, con los focos apuntando a nombres como los de Aíto García Reneses, Elmer Bennett, Rudy Fernández, Salva Maldonado, Sitapha Savané o Jim Moran, también se erigió otra figura que, de todas aquellas batallas, extraería un aprendizaje que formaría parte esencial de su desarrollo como estrella.
Esos episodios de una rivalidad añorada foguearon los inicios de la carrera de un joven Ricky Rubio, que, con apenas 15 y 16 años, ya competía al máximo nivel. Durante ese tiempo, tuvo que bailar ante viejos rockeros en la posición de base, como Marcus Norris y Gonzalo Martínez, o frente a otros cuya inteligencia en pista les precedía, como Mario Fernández.
Todo eso aportó su granito de arena en la forja de un genio que conquistaría el mundo a través de su embrujo años más tarde.
Un jugador generacional
La trayectoria de Ricky Rubio está marcada por imágenes que ponen de manifiesto su jerarquía dentro del baloncesto español. Desde su brillante actuación ante Estados Unidos en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, con 17 años, pasando por sus 38 puntos —récord nacional en unos JJOO— ante el combinado estadounidense en Tokio 2020, hasta llegar a su impresionante Mundial de 2019 en China. En aquel evento, el del Masnou se coronó en todos los sentidos: fue MVP del torneo y líder de España tanto sobre el parqué como a nivel espiritual, dejando claro que estaba destinado a ocupar un lugar preferencial dentro del salón de la fama patrio del deporte de la canasta.
Además, su carrera en una liga tan exigente como la NBA está fuera de toda duda. Durante 12 temporadas jugando en Estados Unidos, se ganó el respeto de rivales y compañeros, superando lesiones muy graves y momentos personales difíciles.
Regreso a Gran Canaria
Lo cierto es que Ricky Rubio ha cambiado mucho desde la última vez que disputó un partido en Gran Canaria. Su última cita data de 2014, en un amistoso en el que España se enfrentó a Senegal en el Arena durante la preparación para el Mundial de aquel verano. Desde entonces, han pasado más de 11 años sin que el talento criado en Badalona haya pisado territorio grancanario para jugar.
De esta manera, este sábado (19.00 horas) volverá a vestirse de corto, de nuevo con la camiseta del Joventut, para enfrentarse a un Granca con el que tantas veces se cruzó en el pasado, en duelos de máxima tensión ambiental en un Centro Insular de los Deportes que ahogaba a cualquiera. Esos enfrentamientos de antaño curtieron al jugador que llegaría a ser después, demostrando que la base de su genialidad ya estaba presente antes incluso de pisar una cancha profesional.
Aun así, vale la pena recordar que aquel niño prodigio que apenas empezaba a gatear entre adultos aprovechó esos encuentros contra el Granca para crecer y convertirse en lo que es hoy: una leyenda.
Via: The Province – Diario de Las Palmas
