Lamine Yamal, in Barça’s last training session / Dani Barbeito
Hansi Flick ya se lo toma con humor. El técnico blaugrana debe convivir con el impacto mediático de Lamine Yamal intentando que la cosa no se salga de madre para evitar que acabe afectando a un vestuario que siempre ha intentado bunkerizar.
Al alemán ya no le sorprende este interés por la vida extradeportiva de Lamine tras una semana en la que ha sido señalado desde Madrid como el supuesto instigador de la refriega final que hubo en el clásico. El entorno mediático blanco ha intentado demonizar a Lamine, pese a que le adulan cuando juega con la Roja y da títulos a la selección.
El chico de 18 años es la diana perfecta como en su momento lo fue Leo Messi, futbolistas diferenciales que pueden hundir cualquier proyecto blanco. Lo más surrealista es que han querido meter a Lamine Yamal en el mismo saco que Vinicius y nada tienen que ver.
Mientras uno se divierte dentro y fuera del terreno de juego, aunque a veces se pasa de frenada, el otro se ha convertido en un futbolista odiado en los campos de España, fichado por los árbitros y con muy poca estima entre sus compañeros de profesión. Por algo será.
Flick es el primero que tiene claro que Lamine Yamal no es Vinicius, un futbolista que dinamitó la victoria madridista en el clásico por encararse a su entrenador. El Barça debe apoyarle y acompañarle para que madure y deje de tener tanta presencia mediática ajena a su profesión, pero nadie duda de su profesionalidad, su rendimiento y su actitud en el Barça.
Lamine está llamado a liderar el Barça durante la próxima década, mientras que Vinicius está más fuera que dentro por su carácter y prepotencia. Su salida de tono al ser sustituido fue una auténtica falta de respeto hacia sus compañeros.
En el Barça tienen un problema menor con Lamine, que irá solventándose a medida que vaya creciendo. Y Flick aprovechó para arroparle en público y prácticamente actuando como un padre. El club blaugrana y su agente, Jorge Mendes, deberían blindar al chico, pero también es cierto que a Lamine le importa bien poco lo que se diga de él. El descaro que muestra en el campo es el mismo con el que le resbalan las críticas, algo que Vinicius no puede ni soportar.
