En un duelo de mínimos, condicionados ambos por las urgencias, todo se decidió en pocas escenas, las claras claras. Tuvo hasta tres nítidas el Oviedo, pero ni Chaira al comienzo del choque ni Viñas en dos tras el descanso —inmejorable la fallada en el 70’— acertaron, y el empate sin goles deja un sabor amargo, uno más, porque mantiene al Oviedo en descenso y a Carrión sin ganar en Primera. Era el día de ganar y solo se pudo firmar un empate.
La hoja de merecimientos dice que el Oviedo puso más empeño que Osasuna. Fue mejor —tampoco por mucho— y buscó con más ahínco el tanto. Pero de poco sirve eso en la situación actual de los azules, penúltimos en la tabla y que empiezan a perder pie en el Tartiere, donde solo han derrotado esta temporada a la Real Sociedad. Lo dicho: el de Osasuna era un partido para ganar.
De primeras, decidió Carrión darle continuidad a ese Oviedo mixto, que planta dos delanteros pero no del todo, porque uno de ellos, Viñas, parte desde la banda. La idea es buscar más presencia en el área en los envíos desde el perfil contrario, pero para eso también necesitas lanzadores. Con Reina entre líneas en el lugar del lesionado Ovie, fue el mismo once que contra el Girona, ese que tan buenas sensaciones había dejado al técnico.
Se esperaba una salida convincente de los azules para sacudirse las vergüenzas coperas y así fue. No habían pasado dos minutos cuando Colombatto dio un pase de quaterback a la carrera de Chaira. Controló algo alto el marroquí y, ya ante Herrera, intentó batirle de empeine, pero el meta impuso envergadura para tapar la definición. Es una de esas ocasiones que en Primera, de no aprovechar, lo puedes pagar caro.
Siguió porfiando un encendido Oviedo con un zurdazo de Rondón arriba tras un control algo largo. Un golpe a Vidal a los 9 minutos, convertido en piñata esta temporada, esta vez con sangre en el rostro, detuvo el partido, calmó los ánimos y de esa bajada de revoluciones salió mucho más beneficiado Osasuna, que empezó a encontrarse más cómodo poco a poco.
La propuesta de Lisci se basó en buscar picante en las bandas, sobre todo la zurda, y probar con envíos a la mínima ocasión. Razones tenía el italiano, con Raúl y Budimir, buenos tallos esperando en el área. Tardó en arrancar la maquinaria rojilla pero se fue haciendo con el control de las cosas, acelerando cuando podía con Bretones y Víctor, dos puñales.
El que nunca falla: Aarón
Y apareció Aarón, como siempre. Raúl peinó de forma inocente un centro que se cerraba de Víctor. Ese fue el calentamiento. La mano que sacó Aarón a los 28 minutos bajo el larguero, tras un remate desde cerca, pasa directamente al museo de los paradones de la temporada. Un amplio catálogo, por cierto, cuando solo se han jugado 11 partidos.
Tras otro balón atrapado fácil a Víctor, el Oviedo pareció entender su nuevo rol, el de aguantar sin doblar la rodilla hasta el descanso. Se trabó el choque, con demasiado juego directo, fórmula para evitar pérdidas peligrosas más que para dañar el armazón enemigo. Un disparo alto de Chaira fue lo único que llevarse a la boca en el último cuarto de hora del primer acto, homenaje al bostezo.
No empezó con mucho más ritmo el segundo acto, conformista Osasuna con un resultado que le servía para inaugurar su casillero fuera, y con pocos argumentos ofensivos un Oviedo atascado en zona de tres cuartos. Parecía que el partido estaba en un chispazo, en un gesto, un detalle.
Pudo ser una contra bien guiada por Chaira que le cayó a Viñas para definir con la zurda, pero se enredó el charrúa en un control y pase estériles, inofensivos de cara a gol. A pesar de esa carrocería de nueve, a Viñas le falta muchas veces la voracidad natural de un delantero puro.
Carmo pidió vez en un córner que se cerraba de Colombatto, pero despejó el cogote de un defensa. Viñas la tuvo en la cabeza tras otro córner, pero tocó centrado. Sin mucho fútbol pero a base de insistir, centros y córners, decisión en los balones divididos y apoyo desde la grada, el choque fue inclinándose hacia la meta de Herrera.
La más clara cayó al minuto 69, en una gran jugada coral. Chaira, el que mejor interpretó la segunda mitad hasta su prematuro cambio, encontró a Javi López y este la puso rasa. Le llegó a Viñas, solo, más cerca del punto de penalti. La definición del uruguayo se fue a las nubes. El peligro de Osasuna residía en aprovechar algún error local, que fue lo que intentó Bretones tras pérdida de Colombatto, pero Aarón atrapó abajo.
Apagón final
El último arrebato del Oviedo fue con sangre juvenil. Dio entrada Carrión a Ilic y Agudín —debut liguero del canterano—, en busca de un guiño de la fortuna. Y aunque siguió intentando llegar, la sensación es que el cambio de Chaira había desactivado al equipo, le había restado chispa. Las constantes interrupciones, 34 faltas, 17 por equipo, lo que supone una cada menos de 3 minutos, tampoco facilitó el ritmo en ataque.
Así que el partido murió con algún intento sin demasiada fe de los azules, que ni siquiera fueron capaces de colgar al área una última posesión que se murió entre pases de sus defensas. El punto es una renta insuficiente, a pesar de controlar el choque en la mayoría de sus momentos. Siguen escapándose puntos del Tartiere, mala señal. El día para ganar solo regaló un empate.
