Un banco de hierro, la parada desde la que arranca la línea dos del autobús metropolitano de Alicante y una pintada aislada (“Fuma libre”) en la casa de enfrente, de una sola altura y abandonada desde hace décadas. Nada más. Eso es todo lo que queda en el lugar exacto en el que el 20 de noviembre de 1936 fue fusilado José Antonio Primo de Rivera. Hoy, lo que un día fue el Reformatorio de Adultos de Alicante es una plaza con columpios, con acceso peatonal pero abrazada por un murete de algo más de un metro que en su día, mucho más alto, marcaba las lindes de la prisión del barrio de La Florida.
Esa ausencia de distintivos sobre el lugar del que salió sin vida el líder de la Falange Española contrasta con la presencia inamovible en la memoria colectiva del alicantino, para el que aquel edificio, derribado al 90% y posteriormente reconstruido a principios de los años noventa, sigue siendo la “prisión de José Antonio”. Desde hace treinta años aquel inmueble pasó a ser un albergue juvenil y una residencia de estudiantes y el edificio más grande que tiene el Instituto Valenciano de la Juventud (IVAJ) en la Comunidad Valenciana. “Si en un taxi dices que te lleve al albergue de La Florida, quizás no te entiendan, pero si pides que te lleven a la prisión de José Antonio no habrá dudas”, explica resignada María Eugenia Balboa, directora del centro.
Facade of the current hostel, almost the only thing that remains of the prison, although it was one more height. / Rafa Arjones
El edificio, ubicado en la avenida Orihuela, en la carretera de salida de Alicante hacia Madrid, fue construido en 1925 y ejerció como prisión hasta que acabó la Guerra Civil y fue, por propios y extraños, confundido con la Prisión Provincial de Benalúa, a unos dos kilómetros, donde murió -o dejaron morir- al poeta Miguel Hernández. El reformatorio de La Florida ejerció durante la Dictadura como colegio menor, para chicos de la provincia que estudiaban en el instituto de la capital y para quienes no tenían familia. Aunque sobre todo el edificio fue lugar sagrado para el Movimiento y de obligado peregrinaje para los adeptos al Régimen cada 20-N. “Todavía vienen, aunque ya no entran, claro, se ponen en la puerta”, cuenta Balboa. “Durante el resto del año de tanto en tanto viene alguien preguntando por José Antonio y por si queda algo de aquella prisión, pero aquí ya no hay nada”, prosigue.
La celda de José Antonio permaneció intacta hasta el derribo casi total del inmueble en los noventa y en el lugar en el que fue fusilado se erigía una cruz bajo la que se depositaban flores cada aniversario. “No se ensalzó su figura hasta el periodo comprendido entre 1938 y 1942, cuando aumentó la inflación del culto”, explica Francisco Sevillano, catedrático de la Universidad de Alicante y miembro del departamento de Historia Contemporánea. “Digamos que se le convirtió en un mártir y a Calvo Sotelo en protomártir”, prosigue Sevillano. En este sentido el historiador Stanley Payne lo catalogó como “el santo patrón del franquismo“.

Commemorative events of November 20, 1972, at the site of the execution. / PERFECTO ARJONES
José Antonio Primo de Rivera, hijo del militar Miguel Primo de Rivera, era el líder de Falange Española y en las elecciones de febrero de 1936 quedó fuera del Parlamento tras sacar apenas el 0,7% de los votos. “Entonces la Falange ya estaba en la calle con violencia física y dialéctica y en uno de esos episodios, el 11 de marzo de 1936, se produjo un intento de asesinato a Luis Jiménez de Asúa (que luego sería presidente de la República en el exilio), que sobrevivió pero en el que murió su escolta”, cuenta Sevillano. Tres días después José Antonio fue detenido en su domicilio de Madrid, no por su implicación en dicho atentado, sino por tenencia ilícita de armas, concretamente tres pistolas. Sin haber estallado la contienda, fue trasladado a la Modelo de Madrid y sometido a varios juicios; su condena, cinco años de cárcel. Fue trasladado a Alicante por su condición de preso político y con intención de alejarlo del núcleo duro del falangismo.
Desde la prisión de Alicante instigó al levantamiento militar, escribió la ‘Carta a los militares españoles’ y entró en contacto, a través de su abogado, con el cabecilla de la insurrección, el general Mola. Tras el alzamiento nacional del 18 de julio, José Antonio es juzgado, acusado de conspiración y rebelión militar, por tribunales populares. Antes de ello hubo un intento de canje de presos entre el propio José Antonio y el hijo de Largo Caballero, Francisco Largo Calvo, que no murió en la Guerra Civil sino en la Segunda Guerra Mundial, en la batalla de Stalingrado, luchando como teniente del ejército alemán. Finalmente José Antonio fue condenado a pena de muerte en una sentencia firmada el 17 de noviembre de 1936.

Transfer through Alicante of the remains of José Antonio Primo de Rivera. / Archivo Municipal de Alicante
A primera hora del día 20 fue fusilado en la pared de un patio de la prisión. “Varios vecinos me contaban que escucharon los disparos”, cuenta Rafael Llinares, del bar Altamira 4, sito junto al lugar de los hechos, que lleva décadas viendo cómo de vez en cuando algún nostálgico lo homenajea a título individual. El cadáver de Primo de Rivera fue depositado en una fosa común del cementerio de Alicante, donde permaneció hasta el final de la guerra. “Falange decidió recuperar los restos en lo que fue una gran operación de propaganda promovida por Dionisio Ridruejo y secundado por Ramón Serrano Súñer”, indica el catedrático Sevillano. Aquel traslado a hombros desde Alicante hasta El Escorial fue todo un acontecimiento: relevos cada 4 kilómetros, misa en la concatedral de San Nicolás y presencia del cuerpo mayor de la Falange. “Se llegó a habilitar un buque mercante para albergar a parte de los asistentes”, indica Joan Maria Thomàs, catedrático de la universidad Rovira i Virgili. Además, se levantó ex profeso una cruz en el paseo de Soto, en pleno centro de Alicante, de nueve metros y medio de alto que hoy recuerda a todos los caídos durante la Guerra. El cuerpo de José Antonio quedó en El Escorial, para recelo de muchos por estar en el panteón real, y hasta 1959 no pasó al Valle de los Caídos. Desde 2023 descansa en el cementerio madrileño de San Isidro.
Legado invisible en Alicante
El historiador Joan Maria Thomàs, autor del libro ‘José Antonio, realidad y mito’, revela que en el segundo aniversario de la muerte de José Antonio, el 20 de noviembre de 1938, la aviación fascista, procedente de Mallorca, bombardeó con flores la cárcel y el cementerio de Alicante. Poco después, una vez ganada la guerra por el bando sublevado, el escritor Giménez Caballero propuso que la ciudad pasara a llamarse ‘Alicante de José Antonio’, algo que aprobó la corporación municipal presidida por Ambrosio Luciáñez. “Al final aquello no prosperó”, recuerda Sevillano.
Pese a ello, la capital de la Costa Blanca le dio a uno de sus barrios el nombre de José Antonio, eliminado del callejero con la aplicación de la Memoria Histórica hace una década aproximadamente. Desde entonces fue rebautizado como Miguel Hernández, aunque sus vecinos siguen empleando el nombre primitivo. “La Hoguera de la zona sí mantiene el nombre de José Antonio, pero eso ya depende de ellos; la que llevaba el nombre de General Mola lo cambió en su momento por el de Diputació-Renfe”, detalla Alfredo Campello, miembro del colectivo cultural Alicante Vivo. Además, en el cementerio de Alicante se mantiene su huella en la fosa común junto a un monolito conmemorativo.
La leyenda imposible
Desde la recuperación de los restos hasta hoy una leyenda urbana recorre las calles de Alicante: la de que los falangistas recuperaron en lugar del de José Antonio el cuerpo del Negre Lloma, simpático y popular personaje de la ciudad a principios del siglo XX, famoso por su vida disoluta y fallecido también en 1936. “Un puro chascarrillo, no hay evidencia alguna”, explica el catedrático Sevillano.
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