“Rata asquerosa, te mereces un ‘bukkake'”. “Puta de mierda”. “Desde que eres diputada, estás más redondita”. Estos son algunos ejemplos recientes de los miles de comentarios que reciben diputadas del Parlament, de forma sistemática y diaria, en sus redes sociales o la de sus partidos. “No es solo violencia política, también es violencia machista en el ámbito digital y tiene una finalidad muy clara: intentar desmoralizarnos para que las mujeres volvamos a la esfera privada, para que dejemos de hacer política”, explica a EL PERIÓDICO Jéssica Albiach, presidenta del grupo parlamentario de los Comuns. Como ella, otras cinco compañeras de formaciones distintas relatan a este diario cómo viven la violencia digital, un tipo de acoso que tiene su máxima expresión contra ellas y que está tipificado por ley como delito penal.
[La violencia machista digital] It has a very clear purpose: to try to demoralize us so that women return to the private sphere, so that we stop doing politics.
“A veces en las redes sociales parece que, por el hecho de ser mujer, debes dejar que te digan según qué, que liguen contigo o que tengan acceso a poder hacer según qué comentarios”, apunta Mònica Sales, recientemente nombrada líder de Junts en el Parlament. Es consciente de que es un escenario que no se debe normalizar, pero como muchas otras compañeras del hemiciclo, mirar hacia otro lado y no alimentar estos comentarios es la vía más eficaz para sobrevivir. “Desde el punto de vista humano, debes aprender a ponerte una coraza para que no te afecte ni condicione tus pasos”, añade. Un ejemplo es su último ascenso a la presidencia del grupo: “En una decisión valiente como esta no me he dejado condicionar nunca por estos ataques constantes”, asegura. Y puntualiza que, cuantos más “pasos adelante” hace o más “proyección política” gana, más se agrava esta situación.
Desde el punto de vista humano debes aprender a ponerte una coraza para que no te afecte ni condicione tus pasos
La coraza de la que habla Sales también la cita Pilar Castillejo, ‘número uno’ de la CUP en el Parlament. “A veces te lo tienes que tomar a broma porque es como una manera de sobrevivir; lo normalizas como una forma de defensa y acabas normalizando cosas que no se deberían normalizar”, afirma. La alternativa sería combatirlo o denunciarlo, pero Castillejo admite que ese camino tiene un coste personal alto y puede derivar en una “revictimización”, al tener que exponer el caso y demostrarlo en un entorno donde la mayoría de ataques provienen de perfiles falsos.
Acabas normalizando cosas que no se deberían normalizar
Como el resto de las entrevistadas, la anticapitalista sitúa los insultos por el físico como los más habituales en las redes sociales. Un tipo de comentarios que, en el caso de los diputados, coinciden todas, es mucho menor. “A los hombres se les cuestiona por el mensaje que transmiten; a las mujeres, además de por eso, se les pone en duda la capacidad para ejercer el cargo que ocupan”, comenta Elena Díaz, portavoz del PSC en la Cámara catalana, que denuncia que los insultos, si bien son compartidos entre diputados y diputadas, contra ellas siempre son más acentuados “por razones que poco tienen que ver con la política”. Unas palabras parecidas a las que expresa Albiach: “Los hombres reciben ataques por sus posicionamientos políticos y nosotras por ello y también por el hecho de ser mujeres”, añade.
A los hombres se les cuestiona por el mensaje que transmiten; a las mujeres, además de por eso, se les pone en duda la capacidad para ejercer el cargo que ocupan
La mayoría de las parlamentarias optan por no leer los mensajes o incluso, por borrarlos de sus perfiles, pues reconocen que este ataque constante, por mucha distancia que marquen, acaba teniendo unas consecuencias personales e incluso profesionales. También en sus entornos familiares y sociales. “Tengo familiares que han dejado de tener redes sociales para no ver este tipo de comentarios porque les hacían daño y, por tanto, es mejor ni verlos”, reconoce Ana Balsera, diputada de ERC. “He leído comentarios de todo tipo, pero algunos sobrepasan los límites y son simplemente por el hecho de ser mujeres, porque a los hombres no se les insulta por su físico”, lamenta Balsera.
Tengo familiares que han dejado de tener redes sociales para no ver este tipo de comentarios porque les hacía daño y, por tanto, es mejor ni verlos
Que es un tipo de violencia que ataca especialmente a las mujeres diputadas lo suscribe Lorena Roldán, portavoz adjunta del PPC en el Parlament, que ve en esta forma de violencia una falta de “valentía”, pues muchos de los perfiles son falsos. “Con nosotras siempre es un insulto más fácil”, comenta Roldán, sobre algunos de los comentarios que considera “machistas”, sobre todo aquellos que “cuestionan por qué una mujer ha llegado a un sitio de responsabilidad”. “Es una muestra de cobardía, pero están aquí, debemos atajarlos, denunciarlos y explicarlos”, reivindica la popular, anque reconoce que “por salud mental“, cada vez presta menos atención a estos comentarios.
Con nosotras siempre es un insulto más fácil, pero yo por salud mental ni leo estos comentarios
Los casos que relatan todas ellas a este diario pueden ser objeto de delito y pueden denunciarse ante la policía y llegar a juicio, como explica Roldán. “La violencia digital es un delito tipificado por ley por mucho que sea en un ámbito digital anónimo”, expone Encarni Iglesias, abogada y presidenta de la Asociación STOP Violencia de Género Digital, consultada por EL PERIÓDICO. Muchas veces estos casos no llegan a denunciarse porque todavía es una violencia “invisible”, argumenta Iglesias, pero que se cronifica en el día a día de las mujeres, más aun cuando tienen exposición mediática. “El cerebro humano no está preparado para estar en alerta todo el tiempo, y esta violencia no descansa, puede darse las 24 horas a través de un dispositivo”. La experta, que es también directora del Observatorio de Violencia Digital, recuerda que el hecho de que los perfiles sean falsos o que sean cuentas anónimas no las exime de su responsabilidad penal.
La violencia digital es un delito tipificado por ley por mucho que sea en un ámbito digital anónimo
De las seis diputadas que han pasado frente a la cámara de este diario a explicar este tipo de violencia solo una ha dado el paso de denunciarlo ante la justicia, aunque la mayoría no descartan hacerlo en un futuro. Roldán llegó a ir a juicio por una persona que la insultó por redes y la amenazó sistemáticamente durante meses. En una primera instancia, el juez dio la razón a la otra parte alegando que los políticos tienen una exposición pública máxima y amparándose en la libertad de expresión, pero Roldán recurrió y el hombre acabó siendo condenado. No fue fácil, relata la diputada, por lo que entiende que el resto de sus compañeras, de otros partidos, no hayan dado el paso. “Es un coste personal alto y un proceso largo“, reconoce.
La violencia digital machista, como cualquier forma de represión contra las mujeres, no entiende de siglas. Así lo constata EL PERIÓDICO tras hablar con representantes políticas de todas las formaciones que han suscrito el compromiso contra el acoso y el plan de igualdad del Parlament, documentos que también reconocen este tipo de abuso, que ya supone, según los expertos, un riesgo social. “De manera directa crea una atmósfera de intolerancia total que puede derivar en violencia física”, advierte Iglesias, que pone el foco en los peligros de una red que alcanza cada vez a más públicos y ámbitos privados. “En 2025 seguimos sin tener los conocimientos mínimos para movernos con seguridad en internet”, concluye.
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