No basta con la habitual clasificación de edad, sexo, nacionalidad, domicilio, delito cometido y forma de cometerlo. Para analizar el potencial terrorista de un fanático, procesar más información ayuda a establecer patrones, hallar síntomas que sirvan de aviso para prevenir futuros ataques.
En el área de lucha antiterrorista de la Jefatura de Información de la Guardia Civil perfeccionan un método de análisis orientado a la prevención de atentados. Su yacimiento de datos es el conjunto de ataques yihadistas y de operaciones policiales llevadas a cabo en España y el resto de Europa, sistemáticamente observadas desde 2018, si bien se tienen en cuenta también casos anteriores. Haciendo prospectiva en la experiencia policial, los agentes edifican un conjunto de indicadores que sirvan como herramienta “preventiva para la detección de potenciales terroristas”.
En eso términos presentó el trabajo uno de los jefes de esa división de inteligencia del instituto armado, en un estudio colectivo publicado por Springer en 2023.
Claves para un retrato robot
El objetivo final es la prevención de nuevos atentados con un caudal de datos que sirva para nuevas investigaciones. En la Guardia Civil advierten que otros servicios de seguridad europeos -y, para sus propios fines, también el FBI norteamericano- ordenan su información para construir sus propios perfiles. No hay de momento un trabajo conjunto europeo en esta dirección, aunque sí los habituales intercambios de información.
Con la experiencia de la lucha antiyihadista en los últimos 20 años, la Guardia Civil ha identificado otros seis elementos en los que detener la mirada. Estos son el entorno de socialización del sospechoso, su nivel educativo, su estilo de vida, su “vínculo con otras tipologías terroristas” -explica el documento-, su uso de plataformas de internet y dos aspectos clave: uno, si alguna vez ha estado recluido en prisión, el espacio en el que los reclutadores del yihadismo intensifican su pesca de adeptos entre la población penitenciaria musulmana.
El otro aspecto tiene acreditada su importancia por un caso recientemente juzgado, como el de Yasine Kanjaa, el asesino del sacristán de Algeciras Diego Valencia: la influencia que la salud mental puede tener en el comportamiento del fanático.
Burial in Algeciras of the sacristan Diego Valencia, stabbed to death by Yasine Kanjaa, recently judged as a jihadist. / A. Carrasco Ragel EFE
De la misma manera, el ámbito de observación estadística puede o no extenderse a la clasificación del escenario elegido para el crimen, relevante dependiendo del tipo de atentado
Clases de terrorista
En el futuro, de abrirse paso esta sistematización de síntomas, las policías europeas contarían con una forma de evaluar la intensidad de un riesgo de ataque terrorista en un individuo o grupo de individuos. El principal problema con que se encuentra el trabajo, según explica uno de sus diseñadores, es que de momento tendría valor exclusivamente policial, aunque “poco a poco se podría orientar a que contase con reconocimiento de las autoridades judiciales como un dato indiciario más” en las instrucciones de los casos.
Una clasificación general de los muyahidines lleva a las fuerzas de seguridad a considerar tres tipos:
El actor solitario, que no tiene conexión con ninguna organización del tipo de ISIS o Al Qaeda. En Europa se le considera el que más posibilidades tiene de actuar, según los expertos de la Guardia Civil.
El actor solitario dirigido, que sí tiene conexión con esas organizaciones, incluso aunque no las necesite para sus fines.
El combatiente extranjero retornado de frentes de guerra, como lo han sido Siria e Irak.
Pero en los últimos años se ha ido generalizando un tipo de terrorista que carece de entrenamiento previo en el uso de las armas, y no tiene más formación que las proclamas que ha seguido en internet.

Trial in the National Court of a woman imprisoned for glorifying terrorism on social networks, last February. / Mariscal EFE
Los nuevos yihadistas tienen de 20 a 25 años de edad media y son hombres mayoritariamente. Las mujeres siguen siendo la facción menor, apenas el 10%.
En la nueva generación de muyahidines reclutados por ISIS y Al Qaeda en Europa crecen los que han nacido en este continente y forman parte de una segunda o tercera generación tras la llegada de ancestros inmigrantes.
Los primeros análisis de la Guardia Civil arrojan que abundan entre los terroristas los desempleados con o sin subsidio, así como los obreros de empleos no cualificados. Señalan también la incidencia de un desarrollo en familias desestructuradas, y su exposición a la manipulación cuando no tienen estudios.
Los inspiradores de este análisis concluyen que es “significativo” el número de casos en el que el individuo investigado ha desarrollado afición por deportes de contacto o de simulación militar.
Son relevantes el rechazo expreso a las costumbres de la sociedad occidental con la que viven, a la que suelen acusar de ser causa de sus males, en una expresión victimista. Y son esclarecedoras las relaciones con otros radicales y, sobre todo, el consumo de propaganda yihadista: el 90% de los detenidos en Europa, según las conclusiones de los investigadores de la Unidad Central Especial de la Guardia Civil, consumían contenidos de ese tipo.
Territorio desconocido
Favorece la lluvia de datos el crecimiento sostenido de las detenciones en España y el resto de Europa, sí como un patrullaje en internet sin precedentes, que ha abortado numerosos atentados. Antes de las bombas de Atocha, en 2004, los recursos de la lucha policial antiterrorista estaban volcados en ETA. La matanza de Madrid colocó a Policía y Guardia Civil -al igual que otras policías europeas en casos similares- en un territorio desconocido: antes, con ETA, IRA, Brigadas Rojas, Baader Meinhof…, los terroristas eran del mismo entorno sociocultural que los policías. Con el yihadismo, vigilantes y vigilados no comparten el mismo sistema de valores ni la misma cultura.
La herramienta que busca la Guardia Civil podría servir para decidir cómo se reparten recursos de investigación y a qué objetivos cuando, a raíz de una criba en internet, se multiplican los puntos de atención; o cuando, en la actualidad, el paulatino recurso a criptomonedas está desplazando a la vieja hawala -cadena de confianza- en la financiación del terrorismo, complicando las pesquisas.
Pero los expertos no olvidan que, en ocasiones, los terroristas no obedecen a una clasificación convencional. Barcelona y Cambrils son un singular precedente. Ninguno de los implicados en aquella matanza de 2017 era un actor solitario, ni frecuentaba internet ni tenía antecedentes por terrorismo. El imán de Ripoll, Abdelbaki Es Satty, se había librado de una imputación por contactos con Al Qaeda en la Operación Chacal, pero tenía, eso sí, antecedentes penales y un pasado carcelario por tráfico de drogas.
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