La próxima primavera, Santiago Abascal cumplirá 50 años. En la mitad del camino de su vida el líder de Vox sigue liderando el proyecto que fundó tras abandonar la formación en la que se inició en política, el Partido Popular (PP), en el año 2013, con la que fue diputado en el Parlamento de Vitoria y concejal en el País Vasco. Y lo hace en el momento más dulce demoscópicamente para la extrema derecha española, consolidada ya como la tercera fuerza del país y con aspiración de seguir ensanchando su base. Un crecimiento que le ha llevado a convertirse en pieza fundamental en todos los gobiernos autonómicos y municipales de la derecha, salvo en los que el PP tiene mayoría absoluta. Y a ser un elemento imprescindible si Alberto Núñez Feijóo quiere suceder a Pedro Sánchez en la presidencia del Gobierno después de las próximas elecciones generales.
Parece un momento propicio para tomar decisiones audaces, aunque puedan implicar costes o conllevar riesgos. Y aunque haya cosas que queden atrás. Abascal ha cambiado en buena medida de equipo, de una manera gradual y en cierta forma imperceptible. No en el caso de quien está en las bambalinas de Vox, pero sí en la cara exterior y pública del partido. Para lo primero, hay dos personas que siguen formando parte fundamental de su día a día. Uno, su principal asesor ideológico y estratégico, el periodista Kiko Méndez-Monasterio, alguien tan reacio a los focos en esta parte de su trayectoria como influyentemente decisivo en el devenir de Vox. Otro, Enrique Cabanas, vicesecretario nacional de presidencia en el organigrama del partido y hombre para todo de Abascal. De perfil igualmente discreto, más incluso que Méndez-Monasterio, Cabanas ejerce casi por igual de asesor político, de arquitecto de las finanzas de Vox y de asistente personal del líder. En campaña electoral no es raro verle conducir él mismo la furgoneta en la que viaja Abascal, con el que lleva ya compartidos muchos kilómetros de carretera, y de camino.
Sin embargo, hay otras dos personas con las que colaboró estrechamente, y que fueron claves en la fundación de Vox, de las que está visiblemente alejado. El ex portavoz parlamentario, Iván Espinosa de los Monteros, ahora fuera de la actividad política, y el ex secretario general del partido, Javier Ortega Smith, que continúa como portavoz en el Ayuntamiento de Madrid (ha sido las dos últimas veces el candidato a la alcaldía de la capital) y como diputado por la circunscripción madrileña en el Congreso, aunque desde esta semana fuera de la dirección del grupo parlamentario, donde aún ostentaba la condición de portavoz adjunto, cargo en el que ahora le sustituye Carlos Hernández Quero, una de las figuras emergentes del partido. Esto último le ha hecho a Ortega poner el grito en el cielo esta semana, en una entrevista en la Cadena COPE donde mostró su “sorpresa” por su relevo e insinuó que respondía a una purga interna. La misma que denuncian desde hace semanas en las redes, de manera más o menos taimada, antiguos dirigentes ya hoy fuera de la actividad política, entre ellos el ex portavoz del partido en la comisión de Sanidad, Juan Luis Steegman, o el también exdiputado Víctor Sánchez del Real, entre otros.
En la estela de las declaraciones de Ortega Smith en un medio tan influyente en la derecha como la cadena de la Conferencia Episcopal, Espinosa de los Monteros, enfrascado en la gira de presentación de su flamante think tank Atenea, que le ha llevado incluso esta semana a Miami, echaba más leña al fuego con un mensaje en su perfil de X tan críptico en su literalidad como fácil de interpretar: “Los buenos equipos, sean de fútbol, de empresas o de organizaciones políticas, se diseñan para acrecentar la pegada del líder, y lograr sumar más entre muchos… las purgas constantes y los ataques a los ex dañan los equipos por dentro, y no ayudan a crear confianza desde fuera”.
Precisamente Ortega Smith fue más allá, y en la citada entrevista radiofónica reivindicó a Espinosa de los Monteros, a cuya presentación en Madrid acudió este otoño, provocando las primeras suspicacias de relieve sobre su relación con Abascal. Lo hizo recordando el momento en que se conocieron, hace ya más de una década. Fue en 2012 en una sala de la Audiencia Nacional y con Abascal presente. Ortega Smith -“de manera altruista”, señaló en la COPE- ejercía de abogado de Abascal y de su padre, Santiago Abascal Conde, histórico del PP en Álava fallecido en 2017, en el juicio contra los simpatizantes de Batasuna que le acosaron y trataron de boicotear su toma de posesión como concejal en Llodio (Bilbao) en el año 2005.
Espinosa de los Monteros fue la única persona que acudió como invitada por parte de la acusación. Lo decidió cuando acababa de conocer a Abascal, tomando unas cervezas después de una tertulia de Intereconomía en la que ambos habían coincidido, y tras quejarse este de que su partido de entonces, el PP, le había dejado tirado. Así fue fraguándose la relación entre los tres, que andado el tiempo irrumpirían en la vida institucional española con un marcado discurso de pureza discursiva en el ámbito conservador, que naturalmente ponía al PP en la diana. Eran los tiempos de la “derechita cobarde”, invectiva que hizo fortuna, pero que ahora han quedado atrás.
Un discurso que rompe esquemas
El sustituto de Ortega Smith, el académico Hernández Quero, es un dirigente joven (nació en 1990 en Madrid) sin militancia previa en otros partidos, y con un discurso e incluso una plástica (el pendiente que luce en su oreja izquierda contrasta, por ejemplo, con la estética de Ortega Smith y Espinosa de los Monteros) que están rompiendo los esquemas dentro y fuera de Vox. Con él, Abascal apuesta definitivamente por la ‘lepenización’ de Vox con la que tanto coqueteó, y que en pocas palabras se traduce en acudir a los caladeros tradicionales de la izquierda con un discurso ad hoc, que en la coyuntura española pone un acento muy particular en el problema de la vivienda. El pasado miércoles, Hernández Quero protagonizó un pequeño mitin en Aluche, un barrio de la periferia obrera de la capital, cuyo impacto tras compartir Vox en sus redes oficiales un pequeño fragmento del mismo, de apenas dos minutos de duración, no ha dejado de crecer desde entonces.
Afirmaciones como que la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, “llama y ofrece a multimillonarios extranjeros deducciones fiscales del 20% que niega a los compradores españoles. Ana y Anselmo no pueden comprar, usted, fondo de la Ciudad de Méjico, le abrimos la puerta y le ponemos la alfombra roja” o que a la presidenta madrileña no le importa Madrid y que está dispuesta a que la región “de los propietarios de toda la vida se convierta en el patio trasero de los ricos de todo el mundo” no han dejado indiferente a nadie.
El citado Steegman le ha comparado con Pablo Iglesias, y desde el PP dirigentes de esa formación como el vaso Iñaki Oyarzábal han señalado que “echaron a los liberales y ahora dicen las mismas tonterías que Podemos”. Por su parte, el ex vicepresidente de la Junta de Castilla y León, Juan García-Gallardo, se preguntó retóricamente “¿a quién le puede molestar una política orientada a facilitar el acceso a la propiedad de un hogar?”, tras proclamar que “ni un español sin casa”. Y por el medio dirigentes y personas de la órbita de la izquierda han señalado con preocupación la “inteligencia” de la apuesta de Vox.
En este giro discursivo Abascal, alguien en el fondo de un origen sociológico muy distinto al de quienes fueron sus primeros escuderos en la aventura de Vox, Ortega Smith y Espinosa de los Monteros, muestra las lecciones aprendidas desde hace tiempo en sus contactos internacionales, un aspecto por el que se preocupó desde hace años, y que hoy le permite ser el primer correligionario en España de tres de los principales mandatarios del mundo, como el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, el de Argentina, Javier Milei, y la primera ministra de Italia, Giorgia Meloni.
Con Le Pen y su equipo también han existido desde hace tiempo los contactos, e inevitablemente el contagio de las estrategias. Hace tiempo que un dirigente lepenista le explicó a Abascal, cuando Vox era aún una formación extraparlamentaria, que el Frente Nacional fundado por Jean Marie Le Pen, el padre de Marine, hoy Agrupación Nacional, nunca había podido relacionarse con la extrema derecha española tradicional porque esta era fruto de la “crisis final del franquismo”, mientras que con Vox sí que había un camino de entendimiento porque su origen tenía más que ver con “la crisis de la democracia”. Hoy Vox y su nueva estrategia parecen cada vez asemejarse a sus correligionarios que revolucionaron la política del país vecino, hasta el punto de convertir en habitual su presencia en la segunda ronda de las presenciales, como ocurrió en 2022 en las que enfrentaron a Le Pen con el todavía preside de la República, Emmanuel Macron. En España el tiempo dirá. La primera prueba para esta nueva estrategia está a la vuelta de la esquina, en las elecciones en Extremadura del próximo 21 de diciembre, convocadas por María Guardiola tras no cerrar acuerdo con Vox para los presupuestos, con las que se cerrará políticamente este 2025.
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