La escena, a primera vista, helaba la sangre. Un gesto torcido, y el silencio del estadio. Cuando Ewa Pajor se llevó la mano a la rodilla derecha y se retiró llorando, muchos pensaron lo peor. La historia reciente del fútbol está llena de esas imágenes que acaban con meses —a veces años— de baja. Esta vez, sin embargo, la historia quiso escribirse de otro modo. El diagnóstico llegó como un soplo de alivio en el Barça: lesión del complejo posterolateral, sin daños asociados. Cuatro a seis semanas fuera. Poco que ver con el escenario más temido.
No fue casualidad. Pajor lleva años conviviendo con la fragilidad de sus rodillas, entrenando en silencio para blindarlas. Trabajo invisible, obsesivo, milimétrico. Y fue esa preparación la que, según Pere Romeu, marcó la diferencia: “Una jugadora que ha trabajado tanto consigo misma ha hecho que esto no sea tan grave. Ojalá la gente entienda que trabajar en la sombra puede ser muy positivo, estaba muy preparada condicionalmente y esto ha evitado una lesión mucho más grave”, explicó el técnico en Roma visiblemente aliviado.
Pero aunque la lesión no sea de larga duración, su ausencia abre un debate futbolístico profundo. Pajor es una figura única, irrepetible en el ecosistema azulgrana. El club llevaba años buscando una ‘9’ de su perfil. Nunca antes, en la era moderna, el Barça había contado con una delantera así: rematadora feroz, con olfato asesino, pero también generosa sin balón, capaz de estirar defensas y presionar como si cada balón fuera el último. Su posición no está doblada. No hay otra igual.
Por eso, ahora, el tablero táctico de Romeu se mueve. La solución más lógica se llama Kika Nazareth. Fue la elegida para salir de inicio ante la Roma y es una alternativa por cómo interpreta el juego. No es una ‘9’ clásica, pero ofrece matices diferentes: baja a recibir, genera superioridades entre líneas, organiza ataques desde zonas más retrasadas. “No es tanto la posición sino cómo se mueve”, dijo el entrenador la pasada temporada, cuando la estuvo probando allí. Frente a bloques cerrados, su perfil puede ser oro. “No podemos compararla con Ewa”, dijo ayer en la previa en TV3, “pero nos puede aportar mucho”.
Las otras opciones son más experimentales. Salma Paralluelo no se siente cómoda en punta, justo cuando empieza a recuperar su mejor versión. Sydney Schertenleib, con llegada y olfato, podría ser otra carta. Y en la cantera, nombres como Martine Fenger —pichichi en la división de plata— o Celia Segura asoman como fondo de armario.
La lesión de Pajor no es sólo un contratiempo: es un test de identidad. El Barça de Pere Romeu ha construido su ataque en torno a una figura que, por fin, representaba el perfil que más había echado en falta. Ahora deberá reinventarse sin ella. Pero si algo caracteriza a este equipo es su capacidad de mutar sin perder esencia. Pajor volverá. Y cuando lo haga, sabrá que su trabajo invisible no sólo la salvó a ella, también obligó al equipo a crecer
