“Orgulloso de la fortaleza del equipo y su carácter competitivo”, escribió ayer Borja Jiménez en sus redes sociales para reconocer la labor de su plantilla para contener en El Molinón a Las Palmas, pese a todas las dificultades que rodeaban al partido. “Es el punto al que más valor doy”, llegó a decir el abulense en las entrañas del estadio para poner en valor a la resistencia de un equipo que ha pasado de tener mandíbula de cristal a convertirse en un rival muy difícil de derribar. Un partido que refleja una máxima para el entrenador nacido en Ávila: el grupo está por encima de las individualidades.
El encuentro, repleto de dificultad, condicionado por el contexto, con hasta cuatro titulares fuera de combate, lo que obligó a reformular el ataque, confirma el salto competitivo del Sporting desde la llegada de este meticuloso, exigente y, sobre todo, muy analítico entrenador, de 40 años, que prácticamente ha rayado la perfección en su primer mes en el cargo –lo cumple, de hecho, el viernes, precisamente el día de la visita a Mendirorroza para medirse ante un ex, el Club Deportivo Mirandés. Borja se ha destapado como un entrenador que brilla por su habilidad para desmenuzar los partidos y, después, por su inteligencia para interpretar el juego y, si lo cree conveniente, actuar.
Esa inteligencia para desmenuzar el juego y analizar a los rivales –apoyado en el trabajo de su equipo de confianza, Álex Martínez y David de Dios– ha sido especialmente diferencial en los dos últimos encuentros del Sporting como local. Ante el Zaragoza, apretado por la temprana expulsión de Dubasin en el primer tiempo, su labor al descanso resultó diferencial para que el equipo cerrase los espacios interiores. Consciente de que su plantilla estaba al límite para el duelo ante la UD de Las Palmas, Borja ahogó al conjunto canario colocando a dos presuntos laterales (Pablo y Rosas) como carrileros en defensa, o extremos en ataque, mientras que Kevin Vázquez se dedicó a perseguir a Iván Gil, el cerebro del ataque canario, que se quedó en fuera de juego. El resumen: Las Palmas apenas tuvo ocasiones claras de gol el pasado domingo en El Molinón –tampoco las tuvo el Sporting–. La inteligencia artificial apunta que el grupo de Luis García no fue ni siquiera merecedor de un gol, según los indicadores (0.68 de xG, goles esperados). A partir de un ejercicio coral, los gijoneses consiguieron su segunda portería a 0 consecutiva en su estadio –la primera fue ante el Zaragoza–; en los dos últimos partidos con Garitano en El Molinón, el equipo encajó un total de 7 goles.
El despegue del proyecto es incontestable en lo numérico ( son 10 puntos de 12 y 4 victorias en 5 partidos si se suma la eliminatoria de Copa del Rey, cuando el equipo venía de 0 de 15 puntos). Pero, más aún, si se tiene en cuenta la dificultad: un calendario muy exigente y agotador, con 5 partidos en apenas 3 semanas y donde el equipo se ha medido ante clubes poderosos de la categoría, como el Racing de Santander, Valladolid o la UD Las Palmas. Y, sobre todo, ante una plaga de bajas que ha restado a la plantilla enorme potencial: Christian Joel, Gaspar, Otero o Loum han pasado por distintos problemas, además de las expulsiones (Duba ante el Zaragoza o Kevin ante el Racing).
Ayer, por otro lado, Borja mantuvo en dinámica al medio Manu Rodríguez, debutante el pasado domingo en Liga ante la UD de Las Palmas y que podría ganar protagonismo tras la lesión de Loum, si como se prevé, el club decide esperar a enero; con Nico Riestra, en cambio, el abulense consideró que lo más conveniente es que regrese a ejercitarse con el División de Honor Juvenil para que tenga con el equipo de Marcos Landeira continuidad, lo que no implica que se le cierren las puertas del primer equipo, que seguirán abiertas. La vuelta de Duba y Corredera y el previsible regreso de Gaspar
