Se jugará este domingo el derbi aragonés entre Real Zaragoza y SD Huesca sobre un campo de minas que amenaza con volarlo todo por los aires en el frente del batallón que acabe hincando la rodilla, si es que la macabra partida de ajedrez que se juega en el Ibercaja Estadio no acaba en tablas.
Será un combate desde los respectivos polvorines en que se han convertido los dos clubs. Uno, el Zaragoza, sumido desde hace tiempo en el desgobierno, el enredo continuo, los despropósitos, la incoherencia y una insoportable sensación de orfandad que le ha llevado a sufrir el peor momento de su historia, con más de medio cuerpo ya fuera del fútbol profesional. El otro, el Huesca, envuelto en desavenencias internas y una división expuesta en público por el propio director deportivo al admitir que la decisión de prescindir del entrenador a apenas cuatro días del derbi se ha tomado contra su voluntad. La aseveración de Martín González, sentado en la misma mesa que el técnico entrante y el presidente, es tan inhabitual como significativa. Porque el madrileño, que acaba contrato en junio, ha quedado relegado en un Huesca que ya se diseña sin Martín, cuyas palabras en rueda de prensa han sido tomadas, desde algunos sectores, como un órdago al club para dejar claro que no está de acuerdo con una forma de proceder que le llevará, puede que más temprano que tarde, a la puerta de salida.
Se diría que el Huesca es, en cierto modo, la antítesis del Zaragoza en cuanto a funcionamiento y organización de club. Mientras la entidad oscense es cada vez más presidencialista, con un dirigente (Agustín Lasaosa) con gran peso específico en la toma de decisiones, en el Zaragoza pasa justo lo contrario. El presidente (Jorge Mas) no preside porque no está y el que manda es un consejero, Mariano Aguilar, que colecciona desastres y fiascos pero que se mantiene (hay quien dice contra su voluntad) como la pieza maestra de un engranaje cada vez más oxidado y carente de aragoneses y zaragocistas en sus puestos clave, al contrario que en un Huesca en el que sí abunda el sentimiento de pertenencia.
Nada sucede en el Zaragoza sin el permiso y visto bueno del consejero madrileño, cuya última intervención decisiva ha sido arrebatar al Huesca a David Navarro, al que contrató sobre la bocina tras estar a punto de recalar en la SD Huesca en un puesto similar al que va a ocupar en el Zaragoza. La figura, enlace entre el primer equipo y la cantera, viene siendo necesaria desde hace demasiado tiempo pero es justo ahora, a apenas unas horas del derbi y con el equipo y el club agonizando, cuando se anuncia una medida que desde parte de la opinión pública se ha tomado como una cortina de humo destinada a desviar la atención y aplacar un tanto la ira de la grada con el regreso de un profesional al que hace menos de un año se le mandó a la calle cuando la necesidad de ocupar un puesto así era tan necesaria como ahora o más.
Suenan tambores de guerra ante una batalla entre dos frentes sacudidos por la convulsión y el desconcierto. El derbi más dramático de la historia asoma desprovisto de autoridad en el campo y de autoridades en el palco, donde las instituciones públicas apuntan a dejar el derbi sin la presencia de las principales personalidades del Gobierno autonómico y del consistorio local.
Más distanciamiento para incrementar esa sensación de lejanía que lo preside todo en el Zaragoza, donde el director deportivo, por cierto, también parece tener las horas contadas a pesar de tener un año más de contrato, si bien Txema Indias, al contrario que Ángel Martín, siempre ha recurrido a un discurso corporativo a la hora de justificar la toma de decisiones, por muy difíciles de sean de entender, como la elección de un entrenador sin experiencia en Segunda ni en España (Sellés) para reflotar una nave a la deriva que se hunde cada vez más.
Via: The Aragon Newspaper
