La posverdad y las teorías de la conspiración que fluyen sin control por las redes sociales no son un fenómeno aislado ni reducido. Uno de cada tres ciudadanos de Catalunya asegura tener un nivel elevado de pensamiento conspirativo, según una encuesta del Centre d’Estudis d’Opinió (CEO) de la Generalitat. En concreto, el sondeo atribuye ese alto grado de propensión a la conspiranoia a aquellos ciudadanos que “sistemáticamente” desconfían de las ideas o verdades que han sido demostradas o argumentadas por las las instituciones o los expertos, y que creen que hay una realidad oculta en múltiples temas. El 65% de los votantes de Aliança Catalana y el 55% de los de Vox responden a este patrón.
Pero hay otros ejemplos de cómo calan estos mensajes en la ciudadanía. Un 42% de los catalanes opinan que las autoridades exageran los peligros de algunas enfermedades por intereses económicos; uno de cada cinco ciudadanos (21%) piensan que las vacunas perjudican más que benefician pero las farmacéuticas lo esconden; una cuarta parte (25%) sostiene el covid fue creado en un laboratorio como arma biológica; y el 40% preferiría vivir en un país que garantice a la población un nivel de vida adecuado aunque no sea del todo democrático.
Conspiranoia transversal
Por electorados, los conspiranoicos se sitúan alrededor del 40% entre los votantes del PP y de Junts, en el 35% entre los simpatizantes de ERC y en el 20% entre los electores del PSC y de la CUP. Los menos receptivos a la posverdad son los votantes de los Comuns, entre los que apenas hay un 15% de conspirativos. Pero, más allá de siglas políticas, el estudio del CEO refleja que este pensamiento es transversal en todas las edades, sexos y nivel de ingresos, aunque se reduce 10 puntos entre las personas con estudios universitarios. Según el perfil que traza la encuesta, quienes más suscriben este tipo de creencias son los más expuestos a noticias falsas y los que se informan más a través de redes sociales.
En el mismo terreno de las teorías conspirativas, hay otros datos inquitantes: el 60% de los catalanes consideran que las agencias gubernamentales controlan de cerca a la población sin que esta lo sepa; el 47% afirma que existen tecnologías muy avanzadas que también se mantiene ocultas porque perjudican grandes intereses; el 75% asegura que los gobiernos esconden a menudo información relevante a la ciudadanía y que las decisiones importantes a escala mundial las toma un pequeño grupo de personas para favorecer sus intereses; y el 79% cree que los medios de comunicación censuran información importante para proteger los intereses de los poderosos, hasta el punto de que el 40% no confía en los medios tradicionales. La posverdad llega, incluso, a los procesos electorales: uno de cada tres catalanes opina que los resultados de los comicios se manipulan incluso en los países desarrollados.
¿Nivel de vida o democracia?
Por otra parte, la encuesta muestra que hay más catalanes que preferirían vivir en un país capaz de garantizar un nivel de vida adecuado a sus ciudadanos, aunque no sea del todo democrático (40%), que aquellos que priorizan el sistema democrático aun sin un nivel de vida adecuado (34%). La diferencia entre las dos visiones es más amplia entre las generaciones más jóvenes, y sobre todo entre los hombres: el 62% de los chicos de 16 a 24 años apostaría por más nivel de vida en detrimento de la democracia, una premisa que también comparten el 54% de los hombres de 25 a 34 años, el 64% de los votantes de Vox, el 57% de los del PP y el 49% de los de Aliança Catalana.
El impacto de las teorías conspirativas se refleja en otras muchas respuesta del estudio del CEO. Uno de cada cinco catalanes creen que el cambio climático se exagera o que los datos sobre este tema no son una verdad absoluta; el 30% afirma que, a menudo, expertos y científicos manipulan datos para favorecer intereses políticos o económicos; el 19% están convencidos de que los gobiernos ocultas pruebas de contacto con extraterrestres, y un porcentaje similar se fía de creencias como el tarot o la astrología; y la población se reparte en partes iguales entre quienes apuestan por conocimientos tradicionales o espirituales como la sabiduría oriental, las creencias indígenas o el mindfulness y los que abogan por las terapias naturales o medicinas alternativas.
Inmigración y cultura
Otra de las premisas analizadas por el CEO es la que sostiene que en Europa se está favoreciendo la inmigración para que la población autóctona sea sustituida, teoría que suscribe el 21% de los catalanes. Aunque la mayoría de los ciudadanos consideran que la inmigración es buena para la economía y la cultura, y que contribuyen a hacer del país un lugar mejor, el 58% opina que se están perdiendo las tradiciones y nuestra forma de ser; el 40% piensa que Catalunya funcionaba mejor antes y que ahora ha perdido el rumbo; y el 53% está seguro de que los inmigrantes reciben más ayudas que los autóctonos.
Como en otros estudios en los últimos meses, este sondeo del CEO detecta una corriente de pensamiento relevante, alrededor de una de cada cuatro personas, que asegura que el feminismo “ha ido demasiado lejos”, o que, a menudo, las políticas de igualdad de género “imponen criterios injustos o poco realistas”.
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