¿Qué es el “momento crimen y castigo”? La trama de la novela (Moscú, 1866/1867) de Dostoyevski es la culpa y el tormento de la conciencia, el verdadero castigo del crimen más que el sometimiento del delito perpetrado a la ley.
¿Puede ser que tal momento se precipite a raíz de la procesión por dentro que experimentan la abogada y exconsejera de Justicia e Interior Salomé Pradas y el exsecretario autonómico de Emergencias, Emilio Argüeso, los dos únicos imputados en la investigación penal de la jueza Nuria Ruiz Torralba y que el paso del tiempo ha sufrido en la celebración del primer aniversario un gran impacto emocional?
“Se tiene que saber la verdad de todo lo que hizo cada uno ese día. Yo al pie del cañón”, ha dicho Pradas, quien llamó a Mazón cuatro veces sin que el presidente de la Comunidad Autónoma Valenciana le cogiera el teléfono, a partir de las 12:52, poco después de que la delegada del Gobierno, Pilar Bernabé, propusiera a Pradas el despliegue de la Unidad Militar de Emergencias (UME) en Utiel.
La primera versión que corrió sobre la comida de Mazón ese 29 de octubre es que había almorzado con Salvador Navarro, el presidente de la patronal, la Confederación Empresarial de la Comunidad Valenciana (CEV). Navarro desmintió la versión y más tarde se conoció la verdad: Mazón compartió mesa y mantel en El Ventorro con la periodista Maribel Vilaplana, a quien la juez Ruiz Tobarra ha solicitado el tique del aparcamiento donde se despidió de Mazón.
Todas las informaciones que ya han inundado miles de páginas a lo largo de este año, han dejado un hecho probado: Mazón se borró el 29 de octubre para aparecer al final de la jornada, a las 20:28. Sin embargo, como en todo crimen, ¿cuál fue el móvil de Mazón? Esto, desde luego, es muy importante. ¿Por qué desapareció? ¿De qué quiso escaquearse?
Mazón evitó declarar la alerta temprana cuando, a la sazón, se podía evitar tantas muertes. Que es precisamente lo que se investiga. “En definitiva si eran inevitables dichos fallecimientos”, en palabras de la jueza Ruiz Tobarra, que recogió el auto que fijaba el alcance de su instrucción. Ya es evidente que eran evitables muchos de esos fallecimientos si se hubiera actuado con la diligencia debida. Pero, ¿por qué Mazón se borró? ¿Para no cerrar los comercios, por ejemplo, como otras instituciones, como la universidad, por ejemplo, clausuraron sus actividades?
Hagamos un cálculo aritmético sencillo. El Producto Interior Bruto (PIB) de la Comunidad Valenciana ronda los 140.000 millones de euros (es la cuarta economía de España). Se trabajan 7.300 horas en un año. Si dividimos 140.000 millones de euros por esas 7.300 horas ello arroja la cifra de 19,1 millones. Y si a su vez se calcula que el cierre de la actividad comercial se hubiera producido, por ejemplo, a las 14.00 horas, y hasta las 20.00 horas, los 19,1 millones multiplicados por esas seis horas arroja la cantidad de 114,6 millones de euros.
¿Estos eran los costes -o pérdidas- que algunos consideraron posible evitar si se mantenía la actividad y no se decretaba el cierre con la expectativa de que el temporal escampara? ¿Así persuadieron al pragmático Mazón? ¿Y fue por este móvil que desapareció y no ordenó lo que tenía que ordenar, dejando que la realidad se impusiera?
El funeral puede estar precipitando el “momento crimen y castigo”. Bien. Pero Alberto Nuñez Feijóo, quien podía haber fulminado enseguida en lugar de sostener y estar orgulloso de Mazón y de su desaparición, ambos, que han demostrado tener un estómago a prueba lo peor, y aguantaron hasta el pasado miércoles 29 han quedado retratados para siempre.
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