Las dos formaciones de la derecha, el Partido Popular (PP) y Vox, han vuelto a la mesa de negociación de una investidura dos años después, tras todas las coaliciones de gobierno que formaron posteriormente a las elecciones autonómicas y municipales de mayo de 2023, que al año siguiente rompió unilateralmente Santiago Abascal por su desacuerdo con el reparto de menores inmigrantes en Canarias.
La dimisión de Carlos Mazón, que si no es sustituido por otro candidato que sea igualmente investido por las Cortes valencianas abocaría a un adelanto electoral en la Comunidad Valenciana, obliga otra vez a una entente que en ocasiones ha sido fructífera y en otras no tanto, o nada en absoluto. PP y Vox, a final de este 2025, negocian ya con un candidato sobre la mesa, Juan Francisco Pérez Llorca, secretario general de los populares valencianos y nombre designado este martes por Feijóo y bendecido por Mazón, que le calificó de “extraordinario” en una breve declaración antes de llegar a las Cortes para comparecer en la comisión de investigación sobre la dana.
El diálogo entre ambos partidos para que reciba el apoyo de la extrema derecha coincide, ironías del destino, con la precampaña electoral en Extremadura, para la que Vox ya ha designado candidato, el actual portavoz en la Asamblea de Extremadura, Óscar Fernández. Se trata de dos territorios, Extremadura y la Comunidad Valenciana, que ejemplifican dos modelos radicalmente contrarios en la historia de negociaciones entre ambos. De problemas desde el principio y fracaso en el primero de ellos y de entendimiento prematuro y acuerdos pese a las dificultades en el segundo. Baste decir que la presidenta extremeña, María Guardiola, se encuentra en la diana dialéctica de Vox, más aún tras adelantar al 21 de diciembre las elecciones autonómicas, mientras que Mazón, aun caído en desgracia, tiene en Vox a unos valedores inquebrantables, hasta el punto de que Abascal afeó seriamente a Feijóo su caída, si bien esta tuvo, en última instancia, más que ver con la propia voluntad del pronto ex presidente valenciano que con maniobra alguna del líder nacional del PP.
Dos comunidades, dos liderazgos, dos realidades sociológicas
La disimilitud de las relaciones entre los dos partidos del espectro conservador se explica por varios factores, entre los que destacan dos esenciales que admiten fuentes de la dirección de ambos. El primero, el perfil de Guardiola y Mazón, compañeros de filas pero no precisamente de los más cercanos en términos ideológicos; el segundo, la especificidad de cada uno de los dos territorios de marras, especialmente en términos políticos e incluso sociológicos.
Extremadura es un feudo tradicional de la izquierda donde históricamente a la derecha le ha costado gobernar y cuando lo ha hecho ha sido incluso con aliados bastante sui géneris. El recientemente fallecido socialista Guillermo Fernández Vara gobernó en dos etapas distintas, la primera de 2007 a 2011 y la segunda durante dos legislaturas distintas, entre 2015 y 2023, cuando precisamente cayó derrotado a manos de Guardiola. En el interregno gobernó de 2011 a 2015 el hoy senador popular José Antonio Monago, con la complicidad entonces de Izquierda Unida (IU), cuyos tres diputados, liderados por Pedro Escobar, se abstuvieron para facilitar que por primera vez un presidente de la derecha gobernase la región. Una decisión que le costó a Escobar un duro enfrentamiento con la dirección federal de la coalición izquierdista, pero que da cuenta de hasta qué punto las coordenadas políticas en la comunidad del oeste peninsular son muy distintas a las del levante español.
Casi una década después de aquella experiencia, Guardiola llegó a la presidencia de la Junta extremeña en 2023 mediante un proceso en el que comenzó repudiando a Vox, entre otras cosas por sus posturas críticas con la ley de violencia de género, para finalmente aceptarle como socio de coalición.
Nada que ver con Mazón, el primero de los barones populares que tras aquellos comicios, a los que luego seguirían sorpresivamente las elecciones generales convocadas por Sánchez en pleno verano, abrió la puerta a los de Abascal en su Ejecutivo. Durante un año tuvo de vicepresidente al ex torero Vicente Barrera, con el que no ha dejado de mantener una estrecha relación, incluso de amistad, a pesar de las cuitas en el Gobierno de coalición que compartieron y tras la ruptura del mismo por decisión de la dirección nacional de Vox. Mazón, además, si bien es cierto que urgido por la crisis posterior a la tragedia de la dana, cerró este mismo años los presupuestos autonómicos con Vox plegándose como nunca antes un dirigente popular a los postulados de la extrema derecha, singularmente en materia migratoria (anticipando el camino que ya este septiembre seguiría Feijóo con su plan sobre el particular) y, sobre todo, repudiando el pacto verde europeo.
En apenas dos semanas, Feijóo tendrá que cerrar un acuerdo con Vox que evite un adelanto electoral en la Comunidad Valenciana como el que ya ha reclamado el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, sobre las bases de esa asunción de los postulados del partido a su derecha que ya hizo Mazón, pero en los que Vox pretende ahondar aún más. Y casi sin solución de continuidad, desde el próximo 5 de diciembre, tendrá que afrontar una campaña electoral en Extremadura postulando para revalidar su mandato a la que sin duda es su lideresa autonómica más antagónica a Vox.
Soplar y sorber, en cierta medida, para mantener la estabilidad en el primero de los territorios y poder afrontar la reválida en 2027 con un cartel renovado, y para que la etapa de Guardiola en Extremadura no sea, como lo fue la de Monago, un leve paréntesis en la hegemonía de un PSOE extremeño que incluso en 2023 llegó a ganar las elecciones, si bien no pudo evitar una mayoría en contra, que retiró de la primera línea al difunto Fernández Vara. Aunque en Génova confían en una victoria holgada, tanto por el mal momento demoscópico general de la izquierda como, más en concreto, por el dantesco panorama de un partido, el PSOE, que acude con un candidato, Miguel Ángel Gallardo, imputado y a las puertas de enfrentarse a un juicio oral con un compañero de banquillo que no es precisamente un desconocido, el hermano del presidente, David Sánchez Pérez-Castejón.
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