El adelanto electoral ha abierto un escenario político inédito en Extremadura, que también por primera vez celebrará elecciones autonómicas sin confluencia con las municipales. Es otra particularidad histórica del 21D, un factor que abre la puerta a nuevas dinámicas que podrían condicionar participación y resultados. Para los partidos es un desafío especialmente relevante en una comunidad extensa, dispersa y rural como Extremadura, donde la mayor parte de la población vive en pueblos de menos de 10.000 habitantes.
Hasta ahora, el voto municipal y autonómico en Extremadura habían ido siempre de la mano. Esta unión ha permitido a los dos grandes partidos apoyarse en el voto local, más arraigado y personalista, para movilizar apoyos a nivel regional: los vecinos que votan al alcalde suelen elegir la misma papeleta a la Junta, y a ello hay que añadir el efecto multiplicador de las listas locales, con impacto en redes familiares y vecinales.
Penetración territorial
De cara al 21D este marco cambia por completo: los aparatos territoriales de PP y PSOE no operarán sine qua non como una red de arrastre natural, permitiendo no solo que esa equivalencia habitual del voto pueda variar, sino que entre en juego el factor emocional y se contemplen otras opciones que a nivel local, sencillamente, no tienen presencia.
En las autonómicas de 2023 el PSOE fue la lista más votada con apenas 6.000 votos de diferencia respecto al PP. Pero a nivel local los socialistas conservaron mayores cotas de poder: dirigen 211 ayuntamientos, frente a 138 del PP, y no en vano presiden también las dos diputaciones provinciales y la Federación de Municipios y Provincias.
Al controlar un mayor número de ayuntamientos, el PSOE sería a priori el partido más perjudicado. Históricamente los socialistas han construido buena parte de sus mayorías absolutas desde el voto rural: los pueblos, sobre todo los pequeños, han sido su columna vertebral durante décadas, su principal caladero y su única ventaja territorial frente al PP. En 2023, parte de ese apoyo ya se vio erosionado y ahora, sin el tirón de los alcaldes, esa ventaja local podría diluirse parcialmente. Pero también reforzarse si el aparato socialista logra movilizar al electorado en un contexto más frío.
El ejemplo de Mérida
El ejemplo más paradigmático del papel que están jugando los alcaldes en estos comicios es Mérida: el principal bastión del PSOE esta legislatura y la plaza simbólica desde la que los socialistas intentan proyectar fortaleza frente al Gobierno regional.
Antonio Rodríguez Osuna, alcalde por mayoría absoluta, está echando el resto para movilizar a su electorado: fue maestro de ceremonias en la apertura de la precampaña con Pedro Sánchez, ha conseguido arrancar a Miguel Ángel Gallardo el compromiso de volver a residir en la Casa del Río (la residencia oficial de los presidentes de la Junta, que no han utilizado ni José Antonio Monago ni María Guardiola, en lo que muchos emeritenses consideran un desprecio hacia la capital autonómica) y ha arropado al candidato en la presentación de su programa de gobierno y el arranque de la campaña. Actos que, por supuesto, han tenido lugar en Mérida.
Riesgo y oportunidad
Para el PP, la separación de elecciones autonómicas y municipales supone tanto una oportunidad como un riesgo. Libera la contienda autonómica de la influencia del poder local, mayoritariamente en manos del PSOE, y les permite centrar el foco en su candidata y la gestión de la Junta durante estos dos años; pero al mismo tiempo exige activar una estructura territorial menos capilar que la socialista y esforzarse en movilizar el voto en municipios donde aún no han consolidado una presencia orgánica significativa.
¿Y si no hay concejales?
Según un informe de la consultora Stratego, el PSOE fue el único partido que en mayo de 2023 presentó candidato a alcalde en todos los municipios de Extremadura; al PP le faltaron tres (Malpartida de Cáceres, Valdelacalzada y Valle de Matamoros), Unidas por Extremadura llegó a 56 y Vox se quedó en 50.
Sin una red de apoyo local, formaciones como Unidas y Vox quedan expuestas a un voto más volátil y dependiente del clima nacional: el elector decide más por la marca y menos por el candidato, lo que explica, según los analistas, por qué en Extremadura partidos emergentes como Ciudadanos —que llegó a siete diputados en la Asamblea— tienen ráfagas de éxito pero dificultades para consolidarse después en el tiempo.
La batalla de Vox
De cara al 21D, esta es la batalla que está librando Vox: aún sin un aparato territorial consolidado en Extremadura, están apostando por una fuerte presencia de sus figuras nacionales en el territorio comarcal: Santiago Abascal ha sido, hasta la fecha, el líder con más actos públicos programados en la región. Y no solo en las grandes ciudades: también en los pueblos, como se ha visto en Guadalupe o Truijollo, para proyectar esa imagen de cercanía y proximidad.
Vox rally with Santiago Abascal in the Plaza Mayor of Trujillo, on December 1. / Vox Extremadura
Pero esta estrategia también tiene sus riesgos. En regiones tan rurales como Extremadura, la falta de implantación municipal se traduce en dificultades tan básicas como repartir las papeletas, elegir dónde organizar actos o identificar a quién movilizar y cómo. Los partidos con agrupación local saben quién vota, quién duda, qué preocupa en cada barrio y, en definitiva, cómo se mueve el ánimo social. En unas autonómicas sin alcaldes en las urnas, eso puede marcar la diferencia. n
